Hay pocas cosas que a mí me pongan de los nervios, pero acumular grupos de whatsapp en mi teléfono es una de ellas. ¿Quién idearía este maldito invento del demonio? Y lo que es más desconcertante aún ¿con qué mezquino propósito? Seguro que fue por despecho. Algo tan tremendamente perverso sólo puede atender a tales intenciones. Del trabajo, de la asociación de vecinos, del gimnasio, de los amigos del pueblo, de los compañeros de carrera, de la familia, para la despedida de soltera de Raquel, para preparar el cumpleaños de Eva€ Yo me pregunto cómo ´narices´ (por no decir otra cosa) organizábamos hace unos años las cosas sin grupos, ni whatsapp, ni listas de envío genéricas, por ejemplo.

Si además a estos sumamos que cada uno tiene sus ritmos, sus tiempos y sus horarios y que difícilmente éstos coindicen con los de los demás, los grupos se convierten en el mayor generador de estrés de nuestro siglo. ¿No os irrita mirar vuestro teléfono encima de la mesa del despacho mientras vuestro jefe os hace una lista de tareas pendientes y ver 87 alertas de whatsapp mientras la pantalla se va encendiendo con la llegada de cada uno de estos mensajes nuevos? Ahí, la vida, pone a prueba mi autocontrol. Y qué decir de cuando vas en el coche o estás en la ducha, situaciones prohibidas para el uso o manejo de este dispositivo, y empiezas a escuchar un ´pi pi´ detrás de otro€ ¡Me llevan los demonios!

Y cuando definitivamente puedes consultar el grupo te encuentras con cientos de comentarios que leer y que, con el objetivo de ahorrar tiempo, reduces a los más inmediatos sin enterarte prácticamente de nada. Y claro, preguntas: ¿Qué ha pasado que no me entero de nada?

Con lo que vuelven las decenas de mensajes para explicar lo que apenas unas líneas más arriba ya ha sido expuesto. ¿Alguien lo entiende? Y todo esto sin entrar en el uso de los grupos para entablar conversaciones entre dos personas o el uso inadecuado de los mismos para mandar fotos, vídeos, chistes€ ¡No puedo con esta tipología de usuario! Me reservaré para mí las palabras y apelativos que pasan por mi cabeza cuando me cruzo con alguno de estos. Pero, claro, tampoco renunciamos a estar en los grupos; es un poco aquello de ni contigo ni sin ti.

Sin embargo, tengo que reconocer que hay grupos que se convierten en una auténtica fiesta, hasta el punto de que tengo algunos sin los que no podría pasar. En esta categoría se incluye, por supuesto, el que mantengo junto a mi madre y mi hermana, a través del que nos damos el parte diario y los buenos días y buenas noches. Y también estaría el que ´alimento´ con amigas y que sólo nosotras podemos descifrar, porque además de que hablamos de cosas que exclusivamente nos interesan a nosotras, como lo brillante que tiene el suelo la una o la vida marital y social de la otra, lo hacemos al estilo KGB utilizando códigos que nadie jamás podría interpretar.

Éste, en los últimos días y consecuencia de los muchos acontecimientos que comentar, se ha convertido en una auténtica adicción en el que muchas veces decimos lo que a la cara quizás no nos atreveríamos a contar. Pero, sobre todo, es un ejercicio de terapia para desconectar con líneas y líneas de chat que se acumulan entre confesiones, predicciones y alguna que otra barbaridad. Pero, sobre todo, risas y más risas que también compartimos en este entorno virtual.

Aunque siendo sincera, yo siempre prefiero la vida real.