Uno de esos placeres hedonistas (muy) confesables es estrenar el verano yendo al cine para ver una película ´palomitera´, de esas que sirven para desconectar con facilidad durante un par de horas. Con ese ánimo nos acercamos unos amiguetes a ver la última de La momia. El filme no engaña a nadie. Y tal vez esa cualidad sea su mejor virtud, porque la película no pretende nada más que entretener, aunque se cimente en recursos mil veces vistos en la gran pantalla. Uno no buscaba otra cosa, por supuesto, pero conforme pasaban los minutos, y las palomitas resonaban ante lo previsible, no podía evitar recordar ´las momias´ protagonizadas por Brendan Fraser y Rachel Weisz. Aquellas pelis, consumidas en la infancia -con lo que el recuerdo se mitifica- y también en verano, no diferían del mismo objetivo que hacer pasar un buen rato al espectador. Pero, asumido el peaje, transmitían un deje de espíritu aventurero, apoyado en momentos de humor, que uno echa en falta mientras observa a Tom Cruise en su enésimo intento por salvar a todos de todo. El carisma de algunos personajes -por ejemplo, Arnold Vosloo como villano- podía ser un arma más que suficiente para compensar las carencias. Hay maneras de entretener, resumámoslo así. Y aquella era una simpática saga de aventura familiar; la actual bien puede valer para escapar momentáneamente de la realidad, pero es presa del olvido indiferente.