Fuera como fuese, la cuestión es que, según el Génesis, Dios le preparó a Adán el Jardín del Edén, el Jardín del Adán,en un rincón del planeta, a fin de que estuviera entretenido y eso. Según alguien con muy mala uva dijo en algún momento, Dios quiso hacer del hombre un jardinero a fin de tenerlo el mayor tiempo posible de rodillas. Ya saben, cuidando los parterres y demás. Lo que pasa es que los dioses casi nunca se ponen de acuerdo entre ellos. Y digo bien, hablo de dioses porque Elohim, que es como se llama a Dios en tal pasaje de la creación, es plural: dioses, y no singular. Y así está escrito en el hebreo más antiguo de la Cábalah, de donde fue sacado el Génesis bíblico, y no por fastidiar al personal.

Bien, pues decía que los dioses discrepaban entre ellos, que si no lo iban a tener siempre arreglando los rosales y poniendo nombre a todo bicho viviente, que eso terminaba por aburrir al más pintado, y que mejor sería complicarle un poco tan demasiada plácida existencia, dándole por compañía a un igual, o mejor aún, a una iguala. Para que tuviera alguien con quien disputar, al igual que disputaban entre ellos. Ya sabéis, 'a nuestra imagen y semejanza', dijo el más espabilado de los elohim. Así que se pusieron a la faena, lo anestesiaron (le infundieron un sueño profundo, dice el Libro) y de una costilla o costado, o sea, a su costa, lo clonizaron separando, de paso, los sexos, que de eso se trataba: «No es bueno que el hombre esté solo», en sí mismo o ensimismado consigo mismo. Aunque yo, personalmente, creo que fue al revés, pero bueno?

A lo que iba. Que en el Jardín del Edén le pusieron una compañera, una hermosa hombra (hembra), que es el concepto biológico, pues 'mujer' es un concepto cultural. O, como digo, a lo mejor fue al contrario, que de Eva nacieron a Adán. Pero' el caso' es que a la doña no le iba lo de ponerse de rodillas para replantar geranios. A ella le iban más los árboles, así, de pie, erguida, como Dios no mandaba. Por ejemplo, los manzanos. Así que fue a decirle a su pareja de hecho (no andaban casados aún) aquello de déjate lo de las patatas, todo el día arriñonado en actitud servil, y dedícate a las manzanas, tontolhaba. Lo que vino después, de todos es sabido, aunque mal sabido, eso sí. Los expulsaron del huerto de malas maneras, y colocaron en la propiedad un portero galáctico con un láser en la mano. Si regresan, los fríes, le ordenaron al macero flamígero, los jodíos elohim estos.

Luego, después, pasados los tiempos, los machistas y ginéfobos sacerdotes condenaron a la mujer a ponerse de rodillas ante el hombre, a ella, que puso pie en la finca para poner en pie al hombre, precisamente. Y durante siglos, quizá milenios, no sé, las civilizaciones han sido misóginas por naturaleza; bueno, por naturaleza no, por cultura. Si bien aquí, reconozcámoslo, historiadores y antropólogos no parecen ponerse de acuerdo. Mientras los primeros suelen alinearse, al menos aparentemente, con las tesis feministas, los segundos no lo tienen claro. De hecho aventuran la existencia a lo largo de la historia de culturas y civilizaciones donde la influencia y preponderancia de la mujer fueron innegables. Incluso aún se conservan sociedades arcaicas en la actualidad, reminiscencia de aquellas, cuya organización social es exclusivamente matriarcal. Hasta algún investigador hay que llega a decir que, al ser la historia cíclica, se ven claros indicios del advenimiento de una nueva era en que la humanidad volverá a regirse por principios matriarcales.

Bien, yo tengo mi opinión a tal respecto. En el reparto de inteligencia primordial, que no de la fuerza, Dios, o los Elohim, o lo que fuera, se mostraron más generosos con la hembra y más cicateros con el hombre, que le pusieron tal nombre para arrimar el hombro. Quizá para compensar o descompensar eso, el hombre ha usado esa fuerza para domeñar la inteligencia de su compañera. Porque sabe que, en igualdad de condiciones intelectuales, la eva nos da sopas con honda, y eso no pué ser. Pero, en el ínterin, la mujer ha aprendido de su histórico sometimiento lo que no está en los escritos, y está preparada para demostrarlo y hacerlo efectivo. De hecho, a lo largo de esa misma historia, ha sabido utilizar su invalidez y debilidad para que fuese el hombre el que se jugara el pellejo por ella (existe infinidad de ejemplos) con otros tan meromachos como él, quedándose ellas en el puente de mando, eso sí, de cuidadoras, criadoras, creadoras y educadoras de las nuevas crías de machombres.

Cuando pasen milenios, quizá, y al igual que antes de ser escrito el Génesis, exista otro en el que Dios será, otra vez, mujer. Y las diosas vuelvan a ser diosas, no vírgenes. Y los mimbres y los anales del mundo se tejan y se escriban con manos femeninas. Entonces, llegado ese día, atémonos los machos, machos?

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