Hay momentos en la vida que sientes que estás haciendo las cosas bien. Sin embargo, los resultados esperados no llegan; las preguntas te acechan y se convierten en un tormentoso lastre mientras no existan las respuestas adecuadas. Te cuestionas tus movimientos de tal manera que entras en una espiral peligrosa de la que es complicado salir si no estás fuerte.

Si los pasos que vas dando van en consonancia con tus valores, creencias y pensamientos, y encima sabes que es la mejor manera de caminar hacia tus objetivos, es cuestión de paciencia, aunque reconozco que es complicado tenerla en estos tiempos, donde la inmediatez llega a ser una desventaja más que una ventaja.

Me baso en esas respuestas que te das cuando ves que no alcanzas lo que deseas en el momento que tú quieres. ¿Estás motivado por lo que estás haciendo? El impulso que te empuja a hacer lo que haces, ¿está vivo?, ¿es suficiente e idóneo para lo que quieres alcanzar?, ¿nace de tu interior?

El compromiso contigo mismo se refleja en la conducta que tienes. Si existe motivación, debe aparecer la voluntad de conseguirlo sabiendo que en todo viaje que emprendes, la flexibilidad y la adaptación a las circunstancias que te rodean, serán de inestimable ayuda para mirar con otra perspectiva tu marcha.

¿Tus cimientos son buenos, o has empezado la casa por el tejado? Tu propio conocimiento es el timón que te va a llevar hacia la luz o la oscuridad. La confianza en ti mismo te va a aportar tranquilidad, seguridad y comprensión con la situación que estás viviendo. Recuerda que ya has logrado aquello que una vez te propusiste, y que aún no siendo fácil, siempre llegaste a la meta.

¿Por qué ahora iba a ser distinto? Objetivos reales, que dependan de ti, alcanzables, identificando los obstáculos y sabiendo emocionalmente superarlos, ilusión, humildad y sobre todo acción. Mientras respondes, sigue caminando, lograrás tu propósito.