Los vascos tienen su árbol de Guernica; los gallegos, sus eucaliptos; los castellanos, sus tejos; los norteamericanos, sus secuoyas, y los africanos, los baobabs. Todos ellos ejemplares unidos a su historia y, por tanto, cuidados, respetados y llorados cuando mueren. Murcia está de luto desde el viernes, un día nefasto que pasará a los anales de la ciudad en negro, por la caída de una parte importante del ficus de Santo Domingo, un ejemplar único cuyo desplome abrió los informativos del mediodía de distintos telediarios. Un milagro para el ser humano, al no registrarse víctimas mortales, y una tragedia para el medio ambiente de la capital de la Región y para el catálogo de árboles singulares, que pierde parte de su alma.

Superada ya la conmoción que produjo ver al titán caído y enjugadas las lágrimas, toca recomponerse, ver qué medidas se podrían haber puesto para evitar esa tragedia medioambiental y pedir que no se vuelva a repetir la negligencia, si se ha observado alguna. Y hay personas (técnicos cualificados algunos de ellos), que han puesto ya el acento en algunos aspectos que se deberían haber tenido en cuenta al tratarse de un árbol centenario que, como cualquier ser vivo, acusa por sus años, en mayor medida, el paso del tiempo y las inclemencias climáticas.

Falta de agua es la primera valoración que se ha hecho de este accidente natural, que el Ayuntamiento deberá analizar en profundidad y que deberá explicar las razones por las que el ficus tenía tanto peso en una época del año en la que habitualmente ya aparece 'pelado' y descargado de peso. También deberá poner sobre la mesa los cuidados que se le daban por tratarse de un árbol envejecido y si estos eran suficiente. Los ficus de la ciudad llevan años dando avisos de que algo con ellos no se está haciendo correctamente. Los del jardín del Floridablanca han producido varios sustos, así como los del Cuartel de Artillería y el que hay junto al Palacio de Justicia.

Parece, cuanto menos chocante, que el ficus de Santo Domingo se haya desplomado semanas después de que se hubiera realizado un chequeo a los árboles monumentales y se hubiera decretado que gozaba de buena salud. Esto debe llevar al Ayuntamiento a reflexionar sobre si los que llevan la contrata de control y mantenimiento de zonas verdes y árboles están haciendo las cosas correctamente. También debe aprovechar para hacer caso, de una vez por todas, a las sucesivas denuncias que una parte de los trabajadores de la citada firma han hecho llegar a la concejalía pertinente y grupos municipales, como Ahora Murcia, que ha denunciado varias veces el incumplimiento de diversas cláusulas del pliego de condiciones.

La concejalía anunció hace más de un año una auditoría sobre la forma de trabajar de esta contrata, sin que de momento haya trascendido cuáles han sido los resultados obtenidos de ese chequeo, lo que puede llevar a pensar la falta de control por parte de la Administración local sobre el proceder de las empresas a las que externaliza los contratos.

Otro dato a tener en cuenta es el poco caso que se le ha hecho en este municipio a los árboles singulares y monumentales. Los centenarios pinos de Churra han ido desapareciento paulatinamente sin que nadie haya llorado la pérdida, modificando el paisaje y la fisonomía de una pedanía que tenía parte de su encanto en estos árboles; el jardín botánico del Malecón, antaño un orgullo para la ciudad, ha sido fagocitado por la dejadez y la falta de apoyo mientras que las zonas verdes de todo el municipio necesitan una actualización más allá de la poda y el riego.

El nuevo Gobierno ha hecho ya algunas cosas dignas de aplaudir y parece que se ha tomado en serie modernizar y cambiar la imagen de los jardines, aunque necesitará mucho tiempo y dinero para ello.

De momento, nos queda el llanto por nuestro amado ficus. D. E. P ficus de Santo Domingo, te has ido sin hacer daño y avisando de tu caída.

Por nadie pase.