En el debate de la moción de censura de Podemos al Partido Popular, se produjo un incidente que ha sido muy comentado y criticado en los medios de comunicación y en las redes sociales. Rafael Hernando, portavoz del PP, hizo una alusión a la relación amorosa que mantienen Irene Montero y Pablo Iglesias. Esto provocó la indignación de Iglesias y de todos los miembros de su grupo, e, incluso, el llanto de Irene Montero. Hernando se disculpó comprendiendo que se había pasado, lo que es natural en él -pasarse, no disculparse -, dada su mala follá habitual.

En cualquier caso, el que una pareja trabaje en un mismo sitio nunca suele ser una cuestión fácil de llevar para los afectados, y creo que algunos de ustedes habrán tenido esa experiencia o la habrán visto a su alrededor. Si es en una empresa, y él, o ella manda en el otro, puede ser que, luego, en casa, haya problemas, o se critique una actuación de uno de ellos, o sencillamente, él le pregunte a ella por qué suele tomar el café con fulanito, ese que va tanto al gimnasio, o que ella le diga a él que siempre le está mirando los muslos a la zorra de Paquita, la secretaria de dirección. En la enseñanza, tanto con los profesores de Primaria, de instituto o de universidad, se da mucho esta situación, que los matrimonios trabajen juntos, en un mismo centro. Incluso, rizando el rizo, alguna vez una pareja se ha divorciado y uno de los cónyuges se ha casado con otra compañera/o y han permanecido los tres en el mismo centro, aunque normalmente uno de ellos suele pedir el traslado. Como se pueden imaginar esta situación es complicada, pero, sin llegar a extremos, la presencia de parejas siempre crea alguna distorsión en la fuerza. Yo, que he sido jefe de estudios en un instituto, al confeccionar los horarios, he tenido a veces que considerar que Paco y María tienen dos críos pequeños y que no le puedo poner horas de clase a los dos a las ocho de la mañana porque uno de ellos tiene que llevarlos al colegio. En general, en estas parejas siempre hay un interés en protegerse uno a otro, así que, si uno de ellos tiene un problema con un alumno, con un compañero, o con la dirección, es probable que el otro se implique en su defensa, mientras que, si el problema es de otro profesor, le suele importar un pimiento.

Yo mismo he vivido esta situación en algunas épocas de mi vida. Mi mujer y yo hemos coincidido varias veces dando clase en el mismo instituto, y, ya muy al principio de nuestras carreras, nos dimos cuenta de que había que tomar ciertas decisiones para que nuestra vida familiar no fuera una continuación de nuestra vida laboral, y viceversa. Establecimos unas reglas que hemos respetado siempre, y que nos han ido bien, así que les voy a escribir aquí algunas por si a alguien, en estas circunstancias de trabajar en el mismo sitio, le pudieran servir.

En la segunda ocasión que, dando clase a un mismo grupo, uno de nosotros dijo en casa mientras comíamos: «Hoy, Paquito García, de 2ºB, me ha puesto en un examen que patata en inglés se dice 'tomato» o «María López ha dicho que 'blanco' es un sustantivo, y cuando la he corregido, me ha dicho que ella se refería al fiambre llamado 'blanco'», uno de nosotros dijo: «¿Qué te parece si nos prohibimos hablar de los alumnos fuera del instituto?» Y lo acordamos así, y siempre lo hemos respetado. Asimismo decidimos también no hablar nunca de nuestras cosas familiares en el trabajo, y a lo más que llegábamos era a que, al cruzarnos por un pasillo, uno le preguntaba al otro: «¿Le has dado el Dalsy a Pablo?», y el otro decía «sí» y seguía su camino. Otra cuestión es que, en el trabajo, cada uno tenía su grupo de amigos, y tomábamos el café o lo que sea con ellos y nunca con nuestra pareja. Si coincidíamos como profesores en un mismo grupo tratábamos de que los alumnos no se enteraran de que éramos un matrimonio, porque eso siempre traía consigo comentarios como: «El marido ha venido hoy de mala leche», y eso no era bueno para el funcionamiento de la clase. O sea, Montero, Iglesias, que trabajar juntos nos es fácil..