En la misma época en que Paco Ibáñez andaba subido por los escenarios interpretando furtivamente las canciones de su primer disco dedicado a Góngora y a Lorca, unos jóvenes rebeldes tuvieron en Cieza un sueño de libertad. Corría el año 1967, antesala del Mayo del 68, y aquel sueño se hizo realidad. Con la ayuda de un amigo propietario de un edificio que había sido fábrica de esparto y luego pista de bolos, inauguraron un local de ocio y cultura al que llamaron Club Juvenil Atalaya.

Cincuenta años después, Paco sigue firme en la defensa de las libertades y en su búsqueda de la belleza a través de la música y la poesía. Cinco décadas más tarde, el Club Juvenil (refundado en 1986 como Ateneo de la Villa de Cieza) no cesa de alimentar aquella vieja e insaciable utopía libertadora, publicando libros y revistas, organizando conferencias, presentaciones de libros, proyecciones, debates, conciertos, recitales poéticos, representaciones teatrales€ porque nada de lo que tenga que ver con la cultura, con Cieza o con el mundo le es ajeno.

Bien mirado, la vida de uno y otro han seguido trayectorias paralelas. Ambos ha mantenido, contra viento y marea, un combate vehemente y radical en la defensa de la verdad y la libertad.

Paco convertido en un artista total, uniendo poesía, música, artes plásticas, y difundiendo sus canciones por el mundo. El Club, apostando desde sus comienzos por la convergencia del mundo de la cultura y del mundo obrero, creando escuelas nocturnas de alfabetización, clubes de lectura (donde circulaban los libros prohibidos), escuelas sindicales para defender a los trabajadores y dando cobijo a las organizaciones sindicales y políticas clandestinas. También creando en sus locales, en los setenta, espacios colectivos donde los jóvenes pudieran hacer deporte, bailar al ritmo de la nueva música del mundo (con grupos como Jawars o Dimensión), ver películas censuradas o representar obras de teatro alternativo.

En esta larga singladura que dura ya diez lustros, a Paco Ibáñez le ha asistido el mérito de ser el más grande embajador cultural que la España peregrina haya tenido, difundiendo por el mundo, desde su mítico concierto en el Olympia de París, tantas veces oído, tatareado y cantado, su mensaje vital, sus himnos de lucha y resistencia, sus canciones de amor y esperanza. Entretanto, el Club Atalaya ha sabido erigirse en ese espacio necesario, imprescindible, para varias generaciones de ciezanos.

Con su talento y tesón, Paco señorea en el Olimpo de los cantautores españoles. Maestro de maestros ha sabido musicalizar a nuestros clásicos con una sensibilidad al alcance de pocos. Y como pocos ha sabido acercar la voz de nuestros poetas a la gente. Mucho le debe la poesía a Paco. Tanto o más que a los poetas. Mucho le debe el Club a este cantautor cuyas canciones se alzan en himnos de nuestra educación sentimental. Mucho le debemos a quien tanto nos ha hecho amar la poesía.

En este largo recorrido de cincuenta años que se inicia con el final de la guerra de Vietnam o la muerte del Che, a finales de los sesenta, y brinca el siglo para adentrarse en un futuro expectante, tanto Paco como el Club han tenido el digno honor de compartir un estigma que los ha perseguido tenazmente: el de tener en su «pueblo sin pretensión mala reputación». Sobre todo, pero no sólo, por parte de los gerifaltes del régimen y sus voceros que tan mal nos miraban. Y es que, como decía la canción de Brassens, la música militar «nunca nos supo levantar». Y, como decía Paco, siempre nos negamos a seguir al abanderado.

A lo largo de estos 50 años Paco no ha dejado de cantar a los poetas españoles y denunciar las injusticias, lo que le ha valido quedarse fuera de los circuitos del poder. Mientras tanto, en el Club, sin apenas ayuda de nadie en un panorama cultural sombrío y oficialista, se han escrito de puño y letra algunas páginas luminosas fuera de la hoja de ruta del poder, como han sido la publicación de libros y revistas sobre la memoria local, la organización de fiestas populares, campañas para salvar nuestro patrimonio cultural, proyecciones del Cine Club La Linterna Mágika, una semana anual de Cine Mágiko que lleva cumplida su 27 edición, un homenaje anual a la II República, actividades diversas para la recuperación de la memoria histórica, y, singularmente, la creación, en nuestro local, del Museo del Esparto, la raíz identitaria por esencia del paisaje y de la historia obrera de Cieza.

El 24 de junio convergerán mágica y felizmente estas dos trayectorias. ¡Ya era hora!

Vestido de negro, guitarra en mano, integrado en una bella y sobria escenografía, Paco Ibáñez, la voz de los poetas, el humanista, el republicano errante, el artista comprometido, se subirá al escenario del Club Atalaya, que lleva tanto tiempo esperándolo, para cantarnos canciones de ahora y de siempre. Esa noche de solsticio de verano, sonarán en nuestro patio, envueltas en su voz y su música, las palabras de los más grandes poetas en lengua castellana.

Como afirma algún crítico certero, Paco Ibáñez, «inalterable en sus principios, sigue siendo un faro para orientarse en estos tiempos de ignominia a escala planetaria».

Siempre declinó Paco los premios que las instituciones le han concedido. «Para mí, el mejor premio es el aplauso del público», suele decir. Para nosotros, a quienes el tiempo ya nos tiene concedido, como a este legendario cantautor, el galardón de la resistencia, el mejor premio es poder traer a Paco a cantar al Club, al Ateneo ciezano, para celebrar conjuntamente nuestro 50 aniversario, con un concierto entrañable. Es la mejor forma de demostrar que «aún nos queda la palabra» y que todavía seguimos «galopando». No te lo pierdas.