Por la mañana, Rafael González Tovar estaba en el ´no es no´, ni siquiera en el ´sí por imperativo´ que ingenió su hija para conservar el escaño en el Congreso y facilitar que gobernara Rajoy. No y que no. En la reunión que mantuvo con el portavoz municipal de Murcia, José Ignacio Gras, se arriscó en que lo conseguido en la negociación de éste con el alcalde, José Ballesta, para la aprobación de los presupuestos municipales era insuficiente. Y esto a pesar de que la mayoría del Grupo Municipal de su partido, de los pedáneos y de la mitad menos uno (con la oportuna ausencia, previamente persuadido, del que habría provocado el empate), digo, de los secretarios de las agrupaciones locales estaban por el sí a los presupuestos. Y sobre esto, el anuncio de Gras de que, por desautorización del secretario general, se disponía a renunciar a su función de portavoz. No es no. Y también no a que Gras intentara ampliar a favor del PSOE los acuerdos cerrados con el PP, cosa que podría haber conseguido tal vez con una simple llamada telefónica, ya que a los de la Glorieta les urge resolver la cuestión presupuestaria. Pero para eso está Tovar.

Después de despachar a Gras citó a Ballesta y se puso la medalla de una suma de quinientos millones a las enmiendas socialistas, añadidos a los 14.200 que ya había conseguido el Grupo liderado por Gras. Ahora sí. Ahora sí que sí. Y esto a costa de desautorizar a sus concejales, al portavoz municipal y a la mayoría de los representantes socialistas que tienen voz y voto en la política municipal. Gras, que meditaba quedarse según se compusiera la nueva portavocía, no tendrá ya más remedio que marcharse, pues el jefe del partido lo ha suplantado ostensiblemente. Ya no es cuestión de discrepancia, sino de dignidad personal y política. Tovar, ese lince.

Una operación la suya que se asemeja a un ´golpe de Estado´ contra su propio partido en el Ayuntamiento, pues la política institucional tiene unas reglas básicas consistentes en que sus actores son los políticos elegidos por los ciudadanos, no los dirigentes de los partidos, que están para otras cosas y a quien nadie espera en el salón de plenos y menos merodeando por hoteles o reservados de restaurantes.

Tovar se convirtió ayer, sin que nadie lo hubiera elegido, en el portavoz municipal del Grupo Socialista en el ayuntamiento de Murcia, y esto antes de que el titular oficial del cargo hubiera renunciado, como hará hoy, según anticipó protocolaria y cortesmente a su secretario general al inicio de la semana. La despedida de Tovar como secretario general, al estilo de elefante en cacharrería, viene a ser un corolario de lo que ya se vio venir desde el momento en que fue elegido por la mínima: una calamidad. Rafael González Calamidad es el nombre que debería figurar en la galería de retratos de exsecretarios generales de su partido cuando se largue definitivamente.

El PP está boqueando. El presidente del partido, a horas del banquillo. Su sustituto en la presidencia de la Comunidad todavía ha de demostrar su solvencia para el cargo. Las encuestas castigan de manera rotunda al partido hegemónico durante décadas, empeñado en zafarse de la corrupción y en tratar de disimular pobremente la manipulación de las instituciones judiciales. La militancia popular se desfleca y se escandaliza mientras busca otros repositorios en donde consolarse. Para quienes se han instalado en el poder como eternos okupas soplan los peores vientos. Y en ese contexto, al secretario general del PSOE murciano sólo se le ocurre desautorizar a su portavoz municipal de Murcia (elegido a dedo por él mismo), que acumula un prestigio transversal en la sociedad murciana muy por encima del suyo, bajo mínimos, y crear una absurda e innecesaria crisis en la capital del reino a cuenta de la aprobación de unos presupuestos que, antes de su intervención, a quien más beneficiaban era a los representantes en pedanías de su partido, casi la mitad de las del PP. Todo esto, después de que en el curso anterior, las enmiendas lideradas por él en la Asamblea al presupuesto del PP acabaran perjudicando a los alcaldes socialistas y debió después ayudar a eliminarlas con una abstención vergonzante para que entre los populares y Cs surtieran de crédito a las alcaldías. Lo peor no es que se crea un gran estratega, sino que vistos los resultados de sus acciones y obligado a repararlos, persiste en su delirio de poder, invadiendo desde el aparato del partido áreas institucionales que sólo corresponde administrar a los representantes directos de los ciudadanos.

Cabe sospechar que una vez decidida su marcha (sin duda para todos la más inteligente de sus decisiones, aunque pretende imponer preventivamente a la nueva ejecutiva que él siga siendo el portavoz parlamentario), se empeñe en el entreacto, con estos delirios, en hacer campaña en favor de su hija para las primarias socialistas. Si esta fuera su voluntad, lo mejor que debería hacer González Veracruz sería pedirse una beca en las antípodas, pues puede acabar políticamente destrozada, tanto como el partido que su padre deja en herencia.

Todavía querrá Tovar tutelar la sucesión de Gras, obviando la mayoría real del Grupo Municipal. La mayoría le sirve para justificar la posición de los secretarios de agrupaciones municipales, pero no la de la representación institucional de su partido. Será otra batalla deliciosa, muy propia de su inteligencia política. Enfín, que peor que un mal Gobierno es una oposición desquiciada.

González Tovar: de donde no hay no se puede sacar.