Murcia.

Lejos de aclararse, el futuro político de PAS se complica. Y no será porque, como dice el gran Sabiote, no le surge una oportunidad, cada dos por tres, para «demostrar su inocencia». La penúltima, la petición del Fiscal de que se le abra juicio oral por tres delitos en el Auditoriogate: prevaricación continuada, fraude en la contratación y fraude de subvenciones. Casi nada. Un Ministerio Público que no elimina, como quiere hacer creer el PP, los delitos de malversación y falsedad, sino que remite su investigación a la pieza separada que se encuentra aún en el Juzgado de Lorca. Y la última, su comparecencia ayer ante el juez por el caso Púnica.

La pregunta del millón es qué va a pasar con el actual presunto presidente, López Miras, si finalmente su mentor es sentado en el banquillo, como todo apunta, y se ve obligado a dejar su acta de diputado y la presidencia regional del PP. Algo que no ocurrirá en este partido sino tras otra resistencia numantina del interesado. El maquiavelismo de PAS es de tan grueso calibre que sus posibilidades de éxito son prácticamente nulas. Miras aguantará como pueda la legislatura con la ayuda de Ciudadanos porque a sus respectivos electorados no parece importarles demasiado tener que aguantar a este presidente virtual (que viene a ser algo así como el que tiene un tío en Graná, que ni tiene tío ni tiene ná). Pero ¿alguien se lo imagina encabezando la lista del PP en las próximas autonómicas? Ni el Tato. ¿Presentarán entonces ante otro congreso a la búlgara a un nuevo candidato oficialista, o surgirá algún osado que, harto de tragar con los dictados de arriba, se transmute en un ´Pedro Sánchez´ popular y decida encabezar la rebelión contra el aparato ´pasista-valcarciano´?

Garre vela sus armas ante la posibilidad de que llegado el momento, el de las elecciones, el PP se encuentre todavía sumido en su crisis existencial. En una encrucijada en que tanto Valcárcel como PAS sigan maquinando, conspirando, con la misma obcecación, en la defensa de sus intereses personales, sin importarles, como hasta ahora, los de la región. Debería ser entonces el tiempo de la izquierda, el del cambio, el de una alternativa progresista, pero como ésta no espabile, es de temer que toda este crisis institucional y nefasta gestión política sólo sirvan para recomponer, sin alterar significativamente sus contornos, el mapa de la derecha regional.

París.

Trump el infumable, el impresentable y descerebrado presidente de los Estados Unidos, cumple su amenaza de retirar a su país del Acuerdo de París contra el cambio climático. Con su ´sálveme yo y perezca el mundo´ quiere convencer a la derecha antiecológica y a sus votantes exasperados de que así defiende sus intereses, cuando unos y otros deberían entender, como lo han entendido muchos millones de estadounidenses, que de un barco que se hunde en la inmensidad del universo no hay escapatoria. Rajoy, en su línea, calla; tal vez porque gobierna uno de los países donde últimamente más han aumentado las emisiones de gas invernadero. Y el recién elegido Macron, como aquel Villepin con su memorable discurso en la ONU antes de la invasión de Irak, se convierte en la voz del mundo civilizado dándole la vuelta al eslogan de campaña de Trump: «Hagamos el planeta más grande de nuevo». La unilateralidad del America first, tomado del lema lepenista de La France d´abord, pulveriza los derechos humanos más elementales cuando, como ocurre con el clima, que no entiende de fronteras, las consecuencias son devastadoras también para los demás.

Londres.

Pasando primero por Cardiff donde para gran disgusto de la cúpula nacionalista de TV3 el Madrid ha vuelto a conquistar la Champions. Patético su spot promocional apoyando a la Juve, el equipo que eliminó al Barça. Lamentable el uso partidista que algunos pueden llegar hacer de los servicios públicos.

Y un mensaje de solidaridad para nuestros amigos ingleses que votan mañana, a quienes el terrorismo ha vuelto a azotar en pleno proceso electoral. Vaya por delante, como afirma Jeremy Corbyn, que sólo los terroristas son culpables de su viles acciones y que nada puede excusar o justificar sus matanzas. Pero no le falte razón al líder laborista cuando señala a continuación las conexiones existentes entre las guerras en las que hemos participado o hemos apoyado con el terrorismo que padecemos en casa. Las guerras de Irak, Libia, Siria o en los Territorios ocupados son sólo algunos casos de desastrosa política internacional.

Será imposible, es verdad, prevenir todos los ataques, pero nuestra política exterior si puede ir encaminada a reducir en lugar de aumentar la amenaza.