José Ignacio Gras tiene un pie en el ayuntamiento de Murcia y otro en su casa. Está a punto de dimitir. Lo hará si el aparato del PSOE, dirigido todavía por Rafael González Tovar, le obliga a cambiar su política como portavoz de la oposición municipal socialista en la capital. Es lo que se deduce de dos frases encadenadas que con la que me respondía ayer. La primera: «No soy de los que se van dando un portazo». La segunda: «Pero tengo que ser coherente». ¿Ser coherente significa dimitir? «Ser coherente es ser coherente con lo que uno piensa que debe hacer; si a uno no le dejan hacer lo que cree que debe, ha de ser coherente». Es decir, que dimitirá sin dar un portazo, sin reproches y sin escándalo. Pero dimitirá. Su lema, ya se sabe, es «la Murcia amable». Pues bien, dimitirá amablemente. Como llegó. No amaga con irse como un gesto de presión para que lo dejen en paz, sino que entenderá que la política oficial del aparato contradice sus convicciones y, por tanto, deberá dejar paso a quienes estén en sintonía con la calle Princesa. Allá ellos, oye.

Gras no parece contemplar siquiera que su dimisión es precisamente lo que buscan quienes se le oponen. Los tovaristas no son capaces de prever las consecuencias para la imagen de su partido que tendría la marcha de Gras; sólo piensan en afanar su sillón. Gras es un obstáculo, no se sabe bien para qué. Tal vez en este momento para hacer méritos, con algún vergonzante retardo, a la política del ‘no es no’ de Pedro Sánchez y buscar la recolocación en la inesperada mayoría emergente tras la leve militancia en el patxismo, pues aprobar los presupuestos municipales del Gobierno del PP les debe parecer equivalente a hacer presidente del Gobierno a Mariano Rajoy, aunque contribuyeran en ese caso ‘por imperativo’ (el imperativo de mantener el escaño parlamentario de María González, claro, cosa en la que Gras se diferenciará, aportando una ejemplar aunque involuntaria lección a la Familia).

Es curioso que el secretario general del PSOE señale a Pedro Antonio Sánchez, presidente del PP, como el tutor del jefe del Ejecutivo regional, Fernando López Miras, para minusvalorar a éste, y a la misma vez pretenda mantener él mismo el tutelaje sobre Gras. Pero Gras, un veterano militante socialista, es una personalidad independiente, no adscrita a tendencias internas, y se guía por lo que considera que debe ser un comportamiento responsable. No es mero personalismo, pues la mayoría de los pedáneos socialistas en el municipio de Murcia están de acuerdo con él en facilitar la aprobación de los presupuestos. Tan sólo se opone a esto el aparato, y por chiripa. Y es que Tovar parece que no ha interiorizado un dato del que, paradójicamente, debería presumir. El PSOE también gobierna en el municipio de Murcia. Lo hace en veinticuatro pedanías, si no recuerdo mal, sólo unas pocas menos que el propio PP. Y los pedáneos se ven obligados a justificar la falta de liquidez económica para las demandas vecinales en el hecho de que el Ayuntamiento funciona sin presupuestos, y esto a consecuencia de que, a pesar de la negociación de su portavoz con el PP, que aquél considera satisfactoria, el PSOE, ‘por arriba’, no se decide a facilitar el acuerdo.

La estrategia de Gras consiste en ‘compartir medallas’ con el alcalde popular, a la vista de que una Administración tan solvente como la del Ayuntamiento de Murcia es capaz de funcionar a satisfacción aun con presupuestos prorrogados. Por otro lado, el protagonismo del PSOE en este aspecto, reduce el papel que aspira a tener Ciudadanos, que en teoría debiera ser aliado del PP, pero queda relegado a una función crítica marginal que debe ejercer con mucho cuidado para no alarmar a un electorado que básicamente correspondía con anterioridad a los populares y que podrían reincorporarse al PP tras el liffting que José Ballesta ha practicado a la oscura y mediocre gestión anterior. En definitiva, el PSOE de Gras aspira a hacer en el ayuntamiento de Murcia una función similar a la de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados: ayudar a la gobernabilidad a cambio de obtener réditos políticos, que en caso de oposición cerrada serían para otros.

El jefe socialista regional, sin embargo, se sitúa en el ‘no es no’, y ni siquiera contempla facilitar ‘por imperativo’ (que es la marca de la casa) que los gastos e inversiones se desarrollen con normalidad, aunque sea, como digo, en conformidad con lo que Gras ha negociado en favor de su programa con el equipo del Gobierno popular. ¿Cuál sería la alternativa a que el ayuntamiento de Murcia no dispusiera de un presupuesto corriente? Tovar lo sabrá. Pero si cree que el portavoz del grupo de su partido no actúa de acuerdo a la política oficial, sea ésta la que sea, la responsabilidad es suya, pues lo nombró a dedo tras eliminar al candidato natural que accedió a esa posición a través de primarias. Pedro López fue sustituido en su día por no atenerse a los dictados de Tovar para la confección de las listas, y éste designó a Gras, quien ni siquiera se había postulado ni había pasado por su cabeza la posibilidad de hacerlo. Gras aceptó la candidatura que le dictó Tovar, pero se ha venido resistiendo a ser un títere del aparato. El jefe del PSOE, por lo que ahora vemos, elevó a los carteles electorales a Gras para que éste hiciera la política de Enrique Ayuso, el comisario político de Tovar en el Grupo Municipal. ¿Por qué no puso a Ayuso de alcaldable? Porque necesitaba un mirlo que ante la opinión pública despertara la atención que un simple aparatista no puede normalmente lograr.

Esta tesitura expone de nuevo la resistencia de los viejos engranajes del PSOE a aceptar la realidad. La pregunta es: ¿quién cabe en este PSOE? Si un militante como Gras, que fue designado con la vitola de su prestigio social fuera del gineceo socialista, ve violentada su independencia como portavoz por las oscuras tramas estratégicas del aparato, que contradicen incluso los intereses de los pedáneos socialistas (los militantes más cercanos a los ciudadanos) no puede suponerse que personalidades sin carné que pudieran simpatizar con esa opción política acudan en masa a la sede para prestarse a colaborar. Si el PSOE dobla el brazo a militantes a quienes el propio partido ha presentado por su horizontalidad social ¿qué espacio tendrían en él quienes pudieran simpatizar sin obligarse a ejercer la militancia? Puerta cerrada para todo aquel que no discurra como el jefe y sus acólitos.

Por otro lado, la solvencia de Tovar respecto a las políticas presupuestarias ya quedó acreditada en la anterior legislatura, en la que como portavoz parlamentario del PSOE urdió, junto al resto de los grupos de la oposición, una serie de enmiendas que perjudicaban a los propios alcaldes socialistas, de manera que a los pocos meses de aprobado el presupuesto tuvo que abstenerse en una reforma exprés del mismo mientras el PP y Cs lo sacaban del atolladero en que se había metido.

Tovar se va, pero por pronto que se vaya será tarde, porque su torpeza y su falta de habilidad para otra cosa que no sean las mañas en política orgánica (y ya ni eso) todavía pueden incrementar los destrozos que dejará en herencia. Y menos mal que Gras se irá, si se empeña en echarlo, sin dar portazos. Aunque ni él mismo podrá evitar que se escuche un sonoro ¡blammm..!