El presidente Trump (cada vez con más problemas internos) ha visitado Arabia Saudita, Israel, al Papa Bergoglio (con el que pocas cosas comparte) e incluso ha estado algo más de un día en Bruselas, la capital de la Unión Europea que hace pocas semanas decía que era algo condenado a desaparecer. Creía en la victoria de Marine Le Pen pero el viernes almorzó con Emmanuel Macron. Vale, incluso el presidente americano más excéntrico tiene que adaptarse a las realidades que no le gustan.

Pero la noticia de la semana ha sido el brutal atentado de Manchester, en el que la mayoría de las víctimas han sido niños y jóvenes que salían de un concierto de una de sus estrellas. Y el autor era un joven de origen libio pero nacido en Gran Bretaña, ligado al parecer a una red islamista. El control de las fronteras (tan reclamado por el populismo de derechas) ya no sirve porque muchos terroristas de los que atacaron en los últimos meses en París, Berlín y Londres han nacido en Europa e incluso tienen nacionalidad francesa, alemana o inglesa.

Y expulsar a los inmigrantes, o a los hijos de inmigrantes, es inviable. Y si fuera posible acabaría con los regímenes democráticos europeos y sería además un golpe mortal a sus economías. La conclusión es que tendremos que adaptarnos y acostumbrarnos a convivir -bastante mal- con este terrorismo de origen religioso y especialmente peligroso porque ahora el terrorista maneja dos instrumentos: el arma (desde un autobús a una bomba) con la que comete el crimen y su propia vida. Los españoles sufrimos y convivimos (mal) con el terrorismo de ETA. Pero teníamos una ventaja, los etarras no se inmolaban.

Y será un terrorismo muy difícil de combatir. Habrá que incrementar los medios y efectivos de los cuerpos de seguridad, y todavía más los de los servicios de inteligencia. Y adaptar las legislaciones a un entorno más peligroso.

El nuevo presidente francés acaba de prorrogar (hasta noviembre) el estado de emergencia que Hollande decretó en el 2015. La democracia se va a transformar, las garantías ciudadanas van a tener que adaptarse a más medidas de seguridad y más controles policiales. Y los partidos democráticos son los primeros que tienen que defender esta adaptación (no exenta de peligros) porque la seguridad es una muy comprensible exigencia ciudadana. Difícil además de garantizar.

La semana ha estado marcada por el vil y brutal crimen de Manchester y por la prolongación del estado de emergencia en Francia. Son dos hechos que anuncian el mundo de los próximos años que (no sin precauciones y reparos) tenemos que abrazar para intentar dominar. O trabajan bien los partidos democráticos o estarán dando un argumento de peso a los populismos más irracionales.