Una vez dije que era tan guapo que parecía de derechas. Y es que Pedro Sánchez es un DiCaprio, no sólo por guaperas, sino por Revenant. Porque es un renacido. El aparato del PSOE le ha ayudado a convertirse en un candidato perfecto, en un buen producto electoral. Como por cierto, lo es Alberto Garre, del que hablaremos próximamente. A Pedro Sánchez se le puede acusar de muchas cosas, pero no de falta de valor. Y otra cosa, sólo cometen errores los que hacen cosas. Rajoy, un político cobarde y segundón, cuando tuvo la oportunidad de postularse como presidente se cagó en los pantalones y se escondió en Moncloa. ¿Era la lista más votada? Sí, lo era. ¿Hizo algo para responder, dar la cara por su votantes? No. Lo suyo, la táctica del avestruz. Sánchez cometería errores, pero tuvo un par. Ahí que fue a postularse como presidente buscando alianzas. Lo intentó como pudo, pero Pablito Iglesias reventó la negociación desde el primer día: por las cosas que pedía, por la imposición y por tirarle la línea roja del referéndum catalán que Pedro no podía pasar ni dentro de su partido. Fue a reventar. Porque pensaba que en otra convocatoria electoral subiría. El listo perdió un millón de votos aunque su ego no disminuyó por ello. Sánchez lo intentó con Ciudadanos, los fluidos, y no pudo ser. Entonces ese millonario excéntrico que en su época dijo ser socialista y que presidió el Gobierno de los Gal, Filesa, Roldán, etc., señaló a Pedro. 24 horas tardaron en ejecutarle. Y para colmo impusieron la abstención. Pedirle a un diputado socialista que de el plácet a Rajoy es algo indigno. Es como pedirle a Cristiano Ronaldo que se meta tres goles en propia meta jugando contra el Barça, lo mismo. ¿Y todavía no entienden los del aparato que la militancia haya apoyado a Sánchez?