No seré yo quien complete la frase. Este es un artículo abierto, una 'opera aperta', que se decía en los sesenta y los setenta, cuando el arte soñaba con la complicidad del espectador o del lector, que habrían de ser quienes completaran los significados, quienes así establecerían una nueva relación entre el autor y el receptor, de modo que lo que se llamaba el autor omnisciente (era un dardo dirigido contra los novelistas totales del XIX) fuera sustituido por un nuevo artista que ya no volvería a estar nunca por encima de su público ni, sobre todo, a saber más que él. No sospechábamos entonces (hubo tantas cosas que no previmos, tantas que quisimos cambiar con la mejor de las intenciones y que, en algunos casos no nos han traído más que frutos podridos) que rebajar al artista, que era de lo que se trataba, desde su condición romántica de 'inspirado', terminaría por rebajar el arte mismo. Hasta las cloacas conceptuales y las performancias impostoras que venimos sufriendo desde finales del siglo XX y, sobre todo, en este siglo XXI, receptáculo de toda vulgaridad. En la novela, en la pintura y, lamentabilísimamente, en la poesía, un bochorno de criaturas que creen que basta con haber tenido un desengaño amoroso para proclamarse poetas.

Completen, pues, ustedes la frase. Caben, obviamente, muchas soluciones para hacerlo. Es verdad, o sea, los hechos sostienen que hay cierto club deportivo, aún español, que está envuelto en múltiples procesos judiciales, que tiene encausados a sus dos últimos presidentes, que uno de ellos ya ha pasado por la cárcel y hasta han pedido su extradición, que el propio club como tal ha sido condenado no sé si por fraude o por estafa, y que son ya varios los jugadores sancionados o investigados por razones fiscales, evasión de impuestos, etc. Es decir, que más que un club, parece un? Todo lo cual perfila un paralelismo muy interesante con el tramposo proceso separatista de su región.

No me cabe duda, y no soy el único, de que los triunfos deportivos de los últimos años de ese club han sido un factor esencial en el subidón emocional que ha impulsado el movimiento sedicioso. Si los conocieran, entenderían que el fútbol ha sido siempre para ellos la metáfora de su historia: siempre derrotados, siempre segundones. Pero, ay, llegan unos años de éxitos que les llevan a pensar, en su infantilismo, que el mundo está a sus pies y al nuevo ejército almogávar no lo detendrá nadie. Y, para ambas cosas, para la secesión y para su dominio deportivo, han sabido elaborar eso que hoy se llama un relato (apoyado por la mayoría de los medios, sobre todo en las retransmisiones televisivas, cuyos derechos son propiedad de un conocido empresario separatista, pero también en las tertulias radiofónicas y hasta en TVE) donde ya no es que se trate de posverdades (falsedades que niegan la realidad, pero mil veces repetidas al modo 'goebbelsiano'), sino que tendríamos que llegar a las posmentiras, mentiras más allá incluso de las propias mentiras.

Y así, y es sólo un ejemplo, el equipo más descaradamente favorecido por los arbitrajes, que controla tanto en España como en Europa, al que creo que desde la temporada 14-15 no se le ha pitado un solo penalti en contra en Liga, ha conseguido colar que sus últimos fracasos se deben a que 'Madrit' trabaja para el Madrid. La gracia es que el último episodio fue seguido de la señalización de los dos penaltis más bochornosos que se han pitado este año en la Liga española: los del último partido contra el Eibar. Véanlos, que son auténticos. La metáfora de las mismas trampas que preparan para presentar su ya próximo golpe de Estado como un ejercicio de impecable democracia. El paralelo al «Espanya ens roba», pero en el fútbol, mientras ellos y sus primos vascos se llevan todo el dinero para ferrocarriles. Más que un club. Como siempre.