Como ciudadano preocupado por lo que pasa, y más por lo que pasa en nuestra región, suelo estar al acecho de las pequeñas o grandes catástrofes, las que nos afectan a todos con preferencia, pero también espero con ilusión los días en los que nace, como flor silvestre y bellísima en su humildad de un campo fértil, una buena noticia. Hubo, aunque no me crean, en la tele única de aquellos tiempos, en TVE, un programa que se llamaba así, Buenas noticias, y en su contenido no cabía el pesimismo.

La buena noticia de estos días es que el Gobierno regional, que ha creado con excelente buena voluntad una dirección general para tratar de curar los males del Mar Menor, de la Mar Menor, que me gusta en femenino, contando con el esfuerzo de todos y en especial con los que tienen en él, en ella, intereses económicos. Y dentro del plan de actuación está el de recuperar los balnearios que embellecían esta mar chica y doméstica. Solo el desatino cultural mezclado con un complejo de clase absurdo acabó con su belleza plástica.

De esto he escrito y publicado mucho no sin indignación. Los utilizaban de forma privada las élites sociales, algunas familias muy acomodadas, es verdad, pero en vez de cambiarles el uso, si es que se trataba de abuso, decidieron su destrucción. Todos contra los balnearios; todos contra los chiringuitos, hasta hace bien poco. Todos sabemos quiénes firmaron tal aberración estética y patrimonial, para qué hacerles publicidad.

Eran bellísimos, aportaban motivos de versos de poetas (ver los de Carmen Conde); veo mis imágenes que guardo, los cuadros y las películas de mi maestro Medina Bardón, enamorado de aquellas orillas, las fotos por publicar en un gran libro de Severo Almansa, y vuelve contra mí la nostalgia de saberlo navegado con velas latinas.

Hay cosas que son absolutamente imprescindibles en nuestro paisaje. Es bueno saber que hay otra ley de protección de los Molinos del Campo de Cartagena, que la Administración ha restaurado los de La Puntica y solo depende de dotaciones presupuestarias que se siga por ese camino.

Otra flor silvestre, otra buena noticia de hace unos días, era el proyecto de un arquitecto graduado en la Escuela de Cartagena, Arturo García Agüera, que ha puesto en marcha e idea la de reconstruir los calafates o carpinteros de ribera al aire libre que se perdieron. ¡Qué bien se camina cuando el sendero es el correcto!

Balnearios, carpinteros de ribera, viejos molinos de entrañas rotas y pobre mortero desechos por el tiempo y la desidia; esa es la fecundidad que se espera de los gestores públicos, eso es lo que produce orgullo de murcianía. Y no me tomen a mal que no entre en las dificultades que devienen de los problemas de las aguas del Mar

Menor; hoy es un día de buenas noticias, las malas las aparcamos para otro momento, Que ya llegaran, solas, y sin llamarlas. Y nos pondremos catastrofistas si hace falta.