Y sí, hay gente que te quiere libre. Hay gente que te quiere como las amapolas, que a nadie pertenecen. Hay personas que se llegan hasta ti con un arsenal de tiritas, te levantan del suelo, te soplan un poquito y te dicen que no pasa nada. Hay gente para quienes siempre nos faltan besos y nos sobra distancia.

Así llegaste tú, cuando me decía yo que nunca más, cuando ya no confiaba en amar ni en ser amada. Y fíjate, sin embargo, que por ti ordenaría los armarios, me acostaría temprano, comería cinco piezas de fruta, me peinaría, limpiaría mis zapatos e incluso aprendería inglés. Por ti, que nunca pides nada, que siempre das.

¿Sabes de esas personas que te emocionan sin pretenderlo?¿Que te erizan la piel?¿Sabes de esas personas que son de verdad? ¿Que te abrazan estrechamente desde lejos? A esas personas sólo cabe quererlas. Será por eso que te quiero. Será por eso que necesito escuchártelo, decírtelo cada día, cada hora, cada minuto.

Llegaste como llega la lluvia, sin avisar. Renovándolo todo. Mojándome. Prestándome tu paraguas. Y ahora, necesito saber todo de ti. Cosas sencillas, pequeñitas, insignificantes: si llevas el flequillo alborotado, si has reído hoy, si te pilló de nuevo un atasco o si me echas de menos, como yo a ti. Necesito que me cuentes si estás cansado, qué has comido, si te abrazaron hoy, si vas a venir, recordar la temperatura de tu pecho o el peso de tu cuerpo sobre mí.

Necesito besarte en todos los portales, en los ascensores, bajo las farolas y en los probadores de El Corte Inglés.

Mentiría si te dijese que no quiero más. Mentiría si te dijese que no he imaginado una vida contigo. Mentiría si te dijese que no he soñado que me elegías. Y mentiría, sin duda, si te dijese que no estoy dispuesta a esperar.

Porque eres lo más bonito que me ha pasado por dentro. Porque cada noche me pongo la mano en el pecho para tocarte. Porque la vida es demasiado corta para decirte todo esto sin tocarte. Porque tus labios curan y contienen besos de esos que permanecen cuando las bocas se separan. Porque tus manos me sostienen y me sueltan para que avance. Porque tus llamadas son caricias.

Y porque si mañana ya no estoy, si sólo me quedase un día, quiero pasarlo contigo, aunque esté, como ahora, sin ti.