Que la educación es la base de todo para que una sociedad sea civilizada, deberíamos saberlo. De ahí que los recortes en educación jamás los entendí. Y eso que trabajando en Justicia ya tendría que estar más que acostumbrado a escaseces económicas presupuestarias. A lo mejor es que aún creo en los Reyes Magos.

Hace poco vivimos cómo se absolvía por un juzgado a una madre que había sido denunciada por su propia hija menor de edad en una comisaría de Policía, a la que le acompañó su tío (supongo que paterno y con un divorcio por medio, aunque lo ignoro). La razón era que la madre le había quitado el móvil a la niña para que estudiara. Y aunque es sabido que quien no quiere estudiar no lo hace ni a la fuerza, pues puede estar cazando moscas horas y horas en su cuarto, tampoco es cuestión de que se le facilite esa cacería.

Se comenta que hace dos generaciones, cuando un profesor o un maestro castigaba a un alumno, el padre o madre de éste, aún lo castigaba más. Sin embargo, ahora se comenta que se ponen al lado de su hijo contra el profesor. De todas formas ni siempre sería así antes ni siempre es así ahora.

Aunque lo cierto es que los medios de intercomunicación actuales eran impensables antes. Los padres y abuelos de los actuales alumnos de la ESO y Bachiller no podían hacer un chat entre ellos. Unos, dicen que para mejorar la educación de sus hijos comentando cosas que pasen en clase. Otros, por el contrario, piensan que es para poner a parir a los profesores y al centro educativo de sus hijos.

Y esto último ha dado lugar a que un fiscal de Vigo haya acusado de calumnias a una madre que en uno de esos chat del colegio colgó que su hijo de quinto de Primaria iba con miedo a clase porque su profesora lo zarandeaba de mala forma, le tiraba del brazo, se burlaba de él, le arrojaba las fichas del puzle al suelo y?. se comía su bocadillo.

Parece nimia la historia si no fuera porque acabó en un juzgado afrontando la madre una posible multa de doce a catorce meses por existir publicidad, o una pena de prisión de seis meses a dos años si se condena por calumnia (cuando se imputa un delito con conocimiento de su falsedad o con temerario desprecio de la verdad). O una multa de seis a catorce meses si se trata de un delito de injurias (acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación).

La conclusión es que, desde luego, el foro adecuado para quejarse no era un chat sino en la dirección o la jefatura de estudios del colegio, la inspección de Educación, e incluso el fiscal y juez de menores si la cosa se pone mucho más fea aún. Ni dejar que a tu hijo lo acosen o vaya con miedo al colegio, ni mentir vía whatsapp, Facebok o Tuitter. Tengo curiosidad si finalmente a esa madre se le condena o no por calumnias con publicidad o no. Por supuesto que a la cárcel no irá aunque la condenen, pero el susto supongo que no se lo quita ya nadie.

El respeto a quien educan a nuestros hijos es fundamental si queremos que el día de mañana no sean unos cafres, aunque puedan llegar a lo más alto de los mandos de un país.