erá por dinero! ¡Qué corran y vuelen los euros del erario público al bolsillo del mandatario y partido de turno, con la colaboración de las grandes empresas privadas! ¡Tomen sin pudor de sanidad, educación, formación o de la dependencia! ¡De la factura eléctrica, gas, agua o combustible! ¡De nuestra nómina o de la exigua bolsa de la compra, no tengan reparo! ¡Recorten y corten las costuras del Estado de Bienestar para hacerse un traje a medida de su ambición! ¡Aprovechen el olvido, la falta de compromiso y la afiliación ciega! ¡A manos llenas! ¡Y no lloren que a nosotros no se nos cae ni una lágrima ni una gota de cabreo, tan sólo las babas! ¡Posadero, otra ronda para los alcaides que a nosotros no nos importa! ¿Verdad que no?, clama El Quijote en el desierto junto a sus alforjas siempre yermas. El bueno de Mendoza, el bueno, ha convertido su pluma en irónica lanza tras recoger el Premio Cervantes; mostrando su perplejidad, temor y descontento por la deriva a la que conducen al mundo las personas supuestamente sensatas, aquellas que nos intentan hacer tragar con ruedas de molino. Dice el autor de La ciudad de los prodigios que el manco de Lepanto, que no lo era, demostró que «todo es posible», certificando que fue un hombre adelantado a unos tiempos, los nuestros, donde los argumentos se retuercen hasta hacernos desear ser jumentos. Hoy es el Día del Libro, sumergido ante tanta pillería ajena e ignorancia propia. Sólo a través de ellos, de sus afiladas hojas, es posible encontrar una realidad paralela, abandonando ésta, para lelos. No lo olviden. Los libros y el teléfono fijo, ambos en peligro de extinción, son nuestra mejor posición quijotesca frente a los monstruos, que más parecen caballerías.