Casi todos los personajillos que flotan en la espuma del contencioso político son algo majaderos y se mueven con la galanura de Mariano Rajoy haciendo jogging. Se trata, en democracia, de buscar, comparar y elegir, como aquel del detergente, para que el majadero no sea, además, irresponsable, tironero y rufián (Gabriel, o no), que aún no sabemos si será el caso de Isabel Bonig, la chica con cara de ratón audaz, que, en la reunión rapidilla para designarla dijo que está bien pedir perdón por las levas de chorizos y mangantes aparecidas en su partido, el PP, a lo largo de una generación, pero que ya toca parar. Curiosas disculpas en las que el ofensor, y no el ofendido, es quien tasa la rigor de la penitencia y el monto de la reparación.

Así son ellos, qué se le va a hacer: mayoritarios, dicen las encuestas, entre los españoles de más de sesenta años, es decir entre aquellos que ya eran adultos cuando la tromboflebitis del Caudillo o jóvenes, algo inquietos y a la vez resignados, porque ese verano tampoco verían El último tango en París, que tampoco era gran cosa, oyes, no se qué de angustia y celada. Aquellos jóvenes que no podían bailar en Semana Santa, ni expresar la alegría que produce el ascenso de la savia (por decirlo fino), son ahora del PP y repiten el catecismo inculcado en familia: todos los políticos son ladrones y buscan su propio beneficio, y da igual uno que otro. Luego dirán que ellos eran apolíticos, aunque es obvio que quien piensa así es uno de ellos, únete a la mayoría, que decían los ladrones de ultracuerpos. Pero el desfile de reos del tirón y la astilla continuará en los juzgados por unos años.

Mucho peor son esas ansias liberticidas, que siempre encuentran esbirros para satisfacerlas y ondas que trasmitan el parte y sólo el parte y que, tras la ley Mordaza, ahora quieren escarmentar a los cómicos, advertir a los chistosos y prohibir por decreto la existencia de cualquier terrorismo que no sea el de ETA, los demás terrorismos son sólo un purgante enérgico.

Y ninguna coña con el Valle de los Caídos, que para eso ganamos una guerra.