Ensimismados en aumentar nuestro ego cibernético como si de un capítulo de Black Mirror se tratase, estamos tecnificando las relaciones sexuales y afectivas. Nuestra generación híbrida, que ve las carencias y capacidades de los dos mundos, aún sigue manteniendo una postura escéptica en cuanto a la cuestión de si una relación sexual virtual puede superar a una física. Sin embargo, el problema se plantea para la adolescencia, donde la timidez cada vez está cogiendo mayor fuerza y la opción más fácil es dejar a un lado la interacción humana.

Si uno puede diseñar su identidad digital y hacer amigos sin necesidad de pasar los peajes físicos del rechazo o la vergüenza, seguirá encontrando la salida más cómoda en el aislamiento con su pantalla táctil.