La cola de mi supermercado es un laboratorio del conocimiento. Aquí estoy manteniendo en peso mi compra y a la vez tragándome la laca del pelo de la señora que va delante y que habla con su amiga. Hablan del asco que da no poder circular por las calles con normalidad. Dice, la ya nuestra amiga, que le molestan «tantas carreras, siempre los domingos. ¡Con lo que me cuesta sacar a Pepe de la casa!». Su amiga, más radical, porque hay que serlo, le dice que a ella le molestan las excusadas de los perros, y añade que lo que más, los tractores. ¡Virgen santa! ¡Qué martirio! ¡Ahora, que ellos sabrán! ¡Mira cómo se tuvieron que ir! ¡La Tejerina iba a venir a verlos! escupe. De pronto un niño sale de la cola y le pregunta a su madre: ¿Dónde está Siria? Los niños sí que oyen.