Una joven estudiante murciana ha sido condenada nada menos que a un año de cárcel por la Audiencia Nacional por unos chistes sobre la muerte de Carrero Blanco difundidos en Twitter, la red de todas las tonterías. He contado lo sucedido a mis amigos extranjeros tras explicarles quién fue aquel militar y político asesinado por ETA cuando la joven en cuestión aún no había nacido, y no acaban de creérselo.

Vaya por delante que no me gusta ese tipo de chistes sobre personas muertas en las circunstancias que sea: me da igual que se trate de Sadam Husein que de la madre Teresa de Calcuta. Pero ¿desde cuándo lo que a algunos pudiera parecernos algo de mal gusto o una simple estupidez es punible en una democracia que merezca ese nombre?

Leo la sentencia de los tres jueces de la Audiencia Nacional, que califican los chistes de «desprecio, deshonra, descrédito, burla y afrenta» a las víctimas del terrorismo. ¿No encontraron más calificativos? El atentado contra la mano derecha de Franco a pocos metros de la embajada de EE UU, circunstancia que hizo sospechar a algunos de la complicidad de la CIA, precipitó seguramente la salida de la dictadura pues muchos apostaban por él como continuador del franquismo después de Franco. Los historiadores que han estudiado su figura coinciden en que el almirante Carrero compartía con el dictador su obsesión por el marxismo y lo que el régimen calificaba de 'conspiración judeo-masónica'. Da igual: sentencias como ésta de la Audiencia Nacional, junto a la pervivencia en tantas partes de nombres y símbolos del franquismo, nos invitan a pensar que España no ha logrado todavía salir de la sombra de aquel régimen.

En Alemania, por ejemplo, sería inconcebible una fundación equivalente a la de Francisco Franco, un valle de los Caídos donde honrar la memoria de un dictador o un callejero del que no han desaparecido aún muchos nombres de personajes de aquel régimen. En Alemania, todo lo relacionado con Hitler está justamente rodeado de oprobio, y placas en calles, plazas y monumentos recuerdan a las nuevas generaciones los crímenes del nacionalsocialismo.

Pero España una vez más es diferente.