Entre los muchos atractivos de Murcia está el de que es una ciudad donde sus vecinos viven en la calle, donde quedar para el aperitivo es lo usual y donde las relaciones personales se afianzan comiendo o cenando juntos y quedando para tomar unas cervezas en las terrazas de esos bares que habitan en recoletas placitas y en atractivos paseos. Sí, afortunadamente Murcia es una ciudad de amigos y de quedar con ellos para, según amigable expresión, 'arreglar el mundo'. Y las amistades, lógicamente, se fomentan más compartiendo momentos agradables alrededor de una mesa.

Sí, esto es lo normal aquí. Pero lo normal, también, en el ámbito judicial, debería ser cuidar las formas. Y no es esto lo que se muestra en una foto que se publicó en LA OPINIÓN y más tarde se reprodujo en gran parte de los medios de comunicación de este país. Porque en esa fotografía se puede ver al magistrado instructor del 'caso Auditorio', Julián Pérez-Templado, junto al miembro de la dirección regional del PP Cosme Ruiz de cervezas en el paseo de Alfonso X, de Murcia.

La imagen, al parecer, se tomó el pasado 7 de marzo, al día siguiente de que el presidente, Pedro Antonio Sánchez, hubiera prestado declaración en el citado procedimiento. Muy inoportuna foto por la fecha y por el lugar en el que fue tomada. Por el ambiente que esa foto respiraba de disfrute de esas mañanas incomparables de Murcia, con sol, con cerveza, con amigable charla y en un lugar tan concurrido como es el paseo de Alfonso X.

Y claro que no ponemos en duda la honorabilidad y la honestidad del juez. Y claro que creemos que no hablaran del caso que tanto ocupa y preocupa al Gobierno de la Región, a los ciudadanos de Murcia y a todos los que siguen las noticias de esta sociedad nuestra. En absoluto ponemos en cuestión algo de esto, porque sabemos de sus largos años de amistad, de su inveterada costumbre de tomar juntos el aperitivo. Pero pese a tantos años de relación, de costumbre de refrigerio, de fomento de la amistad, quizás se debería haber suspendido ese hábito, por unos días, hasta que el caso estuviese solucionado y nadie pudiese poner en cuestión la exigida imparcialidad de un juez cuando está instruyendo un caso.

Siempre he tenido, tengo, y lo he dejado reflejado en algún que otro artículo, mi admiración y profundo respeto por la carrera judicial, quizás por la fortuna de honrarme con la amistad de algún juez o jueza, y de algún fiscal o fiscala, y porque imagino lo difícil que ha de ser decidir sobre la vida de las personas, sobre su inocencia o culpabilidad, porque de sus decisiones depende quizás el futuro de familias. Pero es por esto, por mi admiración por ese colectivo, por lo que me siento especialmente sensibilizada hacia el comportamiento de sus representantes.

Traer a colación aquello del César es cuanto menos oportuno porque, si el tal César repudió a su mujer por haber asistido a una fiesta no muy recomendable, aunque no participase en ella, imagínense su hubiesen existido las fotografías. Y es que hay cosas que son todo menos oportunas; por prescindir durante unos días del acostumbrados aperitivo de dos amigos no se hubiese resentido esa amistad, pero hubiera servido para no escandalizar al personal. Y la Justicia debe procurar eso, no escandalizar. Últimamente, con algunas resoluciones, con ciertas aptitudes de algunos de sus representantes, lo está haciendo, y mucho. Y nos duele, y nos duele porque en esta sociedad tan convulsa, tan extraña, donde, pongamos por caso, un titiritero entra en la cárcel por no sé qué de unas marionetas, y continúan paseándose por Madrid todos aquellos que hicieron saltar la banca de los bancos (no sé si me explico), es cuanto menos preocupante y, si me apuran, 'pelín' indignante también que un juez no se crea en la necesidad de guardar las formas.