Whatsapp se ha vuelto más comprensible que un mediador social, ya que ahora permite que el usuario tenga dos minutos de margen para borrar cualquier mensaje. Eso sí, habrá que tener en cuenta por mucha publicidad que se hagan los responsables que dirigen la todopoderosa aplicación que inunda los teléfonos móviles de medio mundo, por norma general, lo escrito, escrito está, y que estas cosas las carga el diablo, más que la pólvora. Que pueda borrarse de la pantalla no quiere decir que no haya forma de saber lo que uno ha escrito, por eso es mejor hacerlo al método tradicional cuando cualquiera se dispone a mandar un Whatsapp. Todo el mundo manda mensajes instantáneos a través de esta aplicación, pero efectivamente todos los días se dan casos de que, por ejemplo, una pareja pueda estar dedicándose toda la tarde caras amarillas que te mandan un beso acompañado de un corazón para que quede más claro que se quieren mucho no, lo siguiente, y otros mientras, en ese mismo instante y también con sus teléfonos, pueden estar acordándose respectivamente de los familiares que cada uno tiene en el campo Santo. Hay mensajes entrañables, otros ásperos, los que llegan para dar una buena noticia, los que te hacen torcer el gesto, pero les voy a decir algo, a mí me gusta la gente que apuesta por su primera intuición sin marear mucho la perdiz, por eso, tanto si le apetece mandarle a su pareja un Whatsapp diciéndole que la quiere, como si le apetece madar a alguien a tomar viento fresco, no borre el mensaje por Dios, eso es de cobardes.