Debo disculparme con la consejera de Sanidad, la doctora Encarna Guillén. No tengo más excusa que mi propia torpeza al intentar argumentar con vehemencia que hacen falta otras políticas sanitarias para esta Región. Nunca debí utilizar el ataque personal para defender estas ideas. El daño a las personas, la doctora Guillén y su familia, está hecho. Pero también hay daño para la organización en la que tengo responsabilidades directivas, la ADSP: escribí el texto en su web y la firmé, aunque señalando que era a título personal, como vicepresidente de la misma.

La doctora Guillén es una profesional reconocida e intachable en su desempeño asistencial e investigador, y está perfectamente capacitada y tiene méritos sobrados para ser Jefa de Servicio de Pediatría, si así se produce en el futuro. Nada justifica hacer daño a otra persona poniendo en duda su integridad, por más que ahora detente un cargo público. Quizá estamos tan acostumbrados a verlo en los medios todos los días que he acabado haciendo yo mismo lo que detesto cuando lo observo en otros. También considero que es necesario visibilizar tanto las necesidades asistenciales de las personas con enfermedades raras como impulsar la investigación que pueda ayudarlas, incluyendo las terapias con dianas moleculares que para muchas familias y pacientes es, hoy en día, la única esperanza. La dcotora Guillén ha contribuido eficazmente a mejorar la atención y calidad de vida de estos enfermos y es necesario seguir con esta labor y potenciarla desde la consejería de Sanidad.

Creo no obstante firmemente en el fondo del artículo que escribí y en sus aspectos de política sanitaria (que he modificado retirando las alusiones personales), pero debí haberme limitado a señalar las discrepancias sobre las ideas sin pasar en ningún caso a lo personal. La Región tiene otras prioridades sanitarias distintas a la medicina de precisión pero criticar esas políticas no justifica los juicios de valor que torpemente mezclé con argumentos científicos.

En democracia, es necesario cuidar el maltratado espacio público que debe estar presidido por los principios de tolerancia y respeto. Mi texto no ha contribuido precisamente a mejorarlo. Espero que esta carta de disculpas públicas sirva para, al menos, paliar el daño producido.

En el debate público, como en medicina, lo primero es no hacer daño.