No es tan difícil, o por lo menos no debería serlo. Hacer una rotonda de forma correcta es casi de lo primero que te enseñan en la autoescuela y es algo que en este país, por obra y gracia del desarrollo urbanístico, hacemos infinidad de veces en recorridos de apenas 15 kilómetros. Pese a que debería ser un hábito, basta pararse frente a una de estas circulares dos minutos y presenciar decenas de conatos de accidentes. Claramente podría decirse que las rotondas son un sindiós en el que triunfa la ley de la selva. Traduciendo; gana el que tiene el coche más grande y más mala leche. No les quiero contar si ambas características se unen.

En realidad, en una rotonda se repiten arquetipos de comportamiento social. Está el seguro de sí mismo el que no hace rotondas, hace rectas, porque lo tiene todo muy claro en la vida y sabe que la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta. Su certeza de que toma la decisión correcta hace que cruce tres carriles sin siquiera mirar a los lados. Da igual lo que se encuentre a su paso, no frenará. Tú solo puedes parar de golpe, ver cómo consigue su objetivo y rezar para que no venga nadie por detrás y termines siendo tú el estrellado.

Luego tenemos al chulo. Sabe que no tiene razón, que lo hace mal, pero tiene grabado a fuego eso de "en el amor y en la guerra todo vale" y mete el morro como sea. Y, encima, te pita porque te cruzas en su camino. Son esa gente que te arrolla con malas artes. Usar la educación con ellos significa salir perdiendo.

Por último, pero no menos importante, está el que se hace el tímido, el que finge ser buena persona, pero solo para cogerte desprevenido y terminar ganándote la partida. Te mira a los ojos, va con cuidado, parece que hará lo correcto... pero antes de que te des cuenta termina acelerando y dando un volantazo que te hace quedarte con cara de tonto. Estos son los peores, no los ves venir.

Y mientras, tú, que cumples escrupulosamente el código de circulación, terminas enfadado y con la sensación de estar haciendo el primo. Vamos, como en la vida misma cuando alguien te adelanta por la derecha con malas artes. Para que no haya dudas, en estos arquetipos hay igualdad de sexos.

La Guardia Civil puso el lunes un tuit a través de su cuenta oficial de Twitter en el que, de manera muy gráfica con la imagen que acompaña este artículo, explica cómo entrar y salir de una plaza circular de manera correcta. Es tan fácil de entender, que resulta increíble que los rara avis sean quienes procuran hacerlo bien. El mensaje de la benemérita cuenta por miles sus interacciones y desde el momento en que laopiniondemurcia.es lo publicó se situó entre las noticias más leídas del día.

Este interés por la lección rápida de la Guardia Civil podría a cualquiera dar esperanzas: "Los españoles quieren aprender a hacer rotondas", sería el titular. Pero siento decepcionarles, no me lo creo. Los que leen la noticia son la minoría silenciosa que sabe hacerlo bien y necesita el refuerzo positivo para volver a enfrentarse mañana a la jungla de las rotondas. Perderemos la batalla, pero lo haremos sabiendo que la razón está con nosotros. No sirve de mucho en la práctica, pero al menos consuela cuando tú eres el que tiene que dar dos vueltas a la rotonda para hacer las cosas bien y algún listo ha cruzado en línea recta.

Por cierto, si además de educar a través de las redes sociales, la Guardia Civil (o la Policía Local en su defecto) se pusieran frente a una rotonda a multar quizá la minoría silenciosa se sentiría reforzada y los arquetipos se molestarían en aprender a circular. Es una idea.