Acudo felizmente a la llamada de don José Fuentes Yepes, admirado amigo de mi familia, cien años cumplidos de bonhomía y honestidad ejemplar, con quien comparto ideales y deseos que parecen inalcanzables y que me niego a tildar de utopías. Le abrazo con emoción en su domicilio junto a su hijo Pepe, a quien también quiero y que para mí es referencia de inteligencia, comprobada en los años de bachillerato donde él brillaba a años luz de la torpe legión que le seguía y en la que me encontraba; todavía me pasma recordar como sin titubeos resolvía en la pizarra las indescifrables integrales. Él traduce al oído de su padre (tiene el aparato que le ayuda a oír en revisión) las atropelladas sensaciones que acuden a mi memoria.

Padre e hijo ponen en mis manos un tesoro sabiéndome interesado (aún) en la Murcia fraternal que hemos vivido. Se trata de una carpeta donde don José ha guardado la correspondencia tenida durante años con Antonio Aguirre, casi un desconocido en la Murcia olvidadiza y despeinada con frecuencia. De su mano, en los últimos años del que fuera estupendo pintor, guionista de cine y escritor, fue a saludarme para reinventarnos en la memoria de las películas escritas para la devoción y pasión cinematográfica de mi padre: Nunca y siempre y Momento, del año 57, fueron algunos de sus frutos en común.

Aguirre escribía a mano (don José, ágrafo, a máquina) y le hacía llegar a su amigo postales manuscritas y reproducciones de sus cuadros, siempre románticos y un tanto subrreales, siempre en ensoñaciones líricas muy interesantes. Aguirre tuvo un hermano pintor muy importante que murió joven, José Francisco, jefe de arte mucho tiempo de Abc y Blanco y Negro; sus originales se publicaban en las portadas de sus ediciones más lucidas. Los hermanos Aguirre están por recuperar para esa Murcia despistada y sorda a la que hay que gritarle de vez en vez su propio patrimonio humano y artístico. Cosas propias del desinterés y la dichosa cansera.

Una única postal original a la acuarela pertenece a este legado insólito que estoy estudiando para un mejor conocimiento de lo que ya intuí en los personajes que me descubren su intimidad fraternal de los que escribí en alguna ocasión ( Olvido y memoria, publicado recientemente).

Me llena de satisfacción el aprecio indisimulado de don José Fuentes, que es absolutamente recíproco; y tratamos de huír un tanto de sus efectos que contraen los corazones batallados, el suyo tan injustamente tratado siempre, con la eterna respuesta del 'sin rencor' formidable.

He prometido volver a su casa a pasar un rato juntos en la tarde primaveral, y lo haré de frente a sus ojos militantes de verdades. Para aprender de la vida y de las hermosas conductas.