Mientras PAS se enreda cada vez más en el laberinto de sus palabras, los demás se embrollan, también cada vez más, en el laberinto de sus actos. Pedro Antonio Sánchez, imputado por corrupción, dice, se desdice, recuerda, olvida, promete, incumple, falta a su palabra, pero actúa con la contumacia de un luchador aguerrido: no saldrá de la presidencia a no ser que lo echen. La oposición, por el contrario, tiene muy claro que quiere echarlo (ese dice al unísono), el problema es que no sabe cómo.

Hay como algo en el ambiente que induce a pensar que no tardará mucho en producirse lo que los franceses llaman un coup de théâtre. Algo así como un golpe de efecto, un lance imprevisto. No se entendería si no la actitud de unos y otros. Ni la obstinación de Pedro Antonio Sánchez de aferrarse al sillón pese a haber prometido que dimitiría si era imputado, ni la zozobra de Ciudadanos desde que se conoció su imputación, o los palos de ciego de PSOE y Podemos a la hora de articular su ofensiva. Aquí hay quien sabe más de lo que dice, aunque ahora no pueda decirlo porque sería un escándalo mayúsculo.

El plazo que Sánchez le ha dado al otro Sánchez, hasta el 27 de marzo, es más que revelador. Ciudadanos amaga pero no remata. Pide un tiempo muerto que puede parecer un ultimátum pero que en la práctica es, no un balón, sino un tanque de oxígeno. Todo con la esperanza de que en este periodo de tiempo alguien obre algún milagro, porque en las actuales circunstancias ni PAS se va a marchar ni nadie que esté en su sano juicio va a forzar unas elecciones anticipadas. Que esté en su sano juicio, y que haya aprendido algo de los comicios repetidos del 20J. Y si es que por hache o por be no se pudiera dar ese coup de théâtre, ya tendrá tiempo entonces Ciudadanos de plantear un nuevo escenario, que vuelva a dilatar el proceso.

En su tejado está la pelota. De la izquierda poco se puede esperar en esta tesitura. Su falta de mayoría numérica para forzar la dimisión de PAS y articular una alternativa de gobierno sin Ciudadanos se complica todavía más por la falta de entendimiento de las dos formaciones, PSOE y Podemos (al menos de momento), sus problemas internos, o la incompatibilidad manifiesta de C´s y Podemos (al menos también de momento) para sostener a un mismo Gobierno.

¿Qué nos queda entonces para salir de este berenjenal? Uno, que con coup de théâtre se quede PAS. Dos, que sin lance imprevisto el PP sustituya a PAS, y tres, que nos vayamos a nuevos comicios.

Si se queda PAS, sea como sea, la vida política de la región seguiría siendo un sinvivir, un continuo desbarajuste político, ya que el caso Auditorio ha de tardar mucho en cerrarse y el actual presidente tiene otros frentes abiertos con la Justicia. Debería echar cuentas el PP en su próximo congreso regional si le interesa mantener a un presidente tocado y casi hundido por los escándalos, sometido a un calendario judicial muy complicado y que no va a dejar de estar en el ojo del huracán, pase lo que pase. Alguien que le ha dado y va a seguir dándole muchos dolores de cabeza. Alguien dispuesto a anteponer su ambición e intereses personales por encina de los de la región y su partido.

Si se terminan forzando las elecciones (peores disparates se han visto), que se echen todos a temblar. Unas autonómicas sin municipales, un domingo de primavera o verano, puede ser más que una incógnita. Desde luego, un batacazo sin precedentes para quienes más arriesgan en política.

En este monumental embrollo en que nos encontramos, en el que nos han metido, me vienen de nuevo a la mente las palabras de Carmen Laforet de su novela Nada (el título lo dice todo): ¿A quién no le ha sucedido alguna vez esa cosa tan espantosa de ir enredándose en sus propias palabras y encontrarse con que ya no puede salir? Desde luego a mí, en algunos de mis artículos. Pero también a los actores principales de la política regional que andan perdidos, por lo que dicen y hacen, en un laberinto del que no saben salir.