Bajo el lema 100 años aprendiendo y 25 enseñando se celebró el pasado jueves un homenaje en el centenario de su nacimiento a quien lleva el nombre del CEIP Maestro José Castaño. El acto, presidido por el alcalde de la ciudad, el rector de la Universidad de Murcia, el decano de la Facultad de Educación, el director general de Recursos Humanos de la consejería de Educación, el actual director del colegio y quien fue su anterior director, congregó, junto a un José Castaño emocionado, al alumnado del centro, al claustro de profesores, antiguos alumnos y colegas, amigos, familia y personas de la AMPA. Finalmente se repartió un librito editado por el centro en el que se explica el motivo del centenario, la vida del maestro motivo de homenaje, así como su trayectoria pedagógica, que arranca de la Institución Libre de la Enseñanza de la II República Española, enraizada en el Plan Profesional para los maestros que, como Castaño, ejercieron su profesión en las aulas, aunque él, por motivos políticos de la represión franquista, no lo pudo hacer hasta la llegada de la amnistía y la incorporación al centro García Alix, que es donde después surge la idea de crear un colegio nuevo, al que el claustro logra ponerle el nombre Maestro José Castaño.

Entre las palabras que se tomaron en el acto cabe reseñar la de Castaño, quien dijo que él nunca habló de ir a trabajar al colegio, porque lo que realmente sentía era disfrute, cuando, incluso ya jubilado, iba a echar una mano al profesorado del mismo. Tanto el decano como el rector de la Universidad hablaron del maestro centenario como un ejemplo a seguir, y el alcalde logró dar sentido a la palabra 'maestro' a través de personas como él, uniendo a la profesionalidad y la pedagogía la de amor al alumnado. Muy emocionados estaban los directores que había tenido Castaño, así como sus colegas desde su reincoporación profesional. Y muy cerca, entre los familiares se podía advertir la presencia, también emocionada, de su mejor amigo, José Fuentes Yepes, que fue capitán del ejército republicano y estuvo en la cárcel de Murcia y en Totana con José Castaño.

El acto se completó con recitales y canciones interpretadas por los niños y algunos profesores que llenaron de afecto la mañana soleada de aquel día memorable para la comunidad educativa y el ya centenario José Castaño. Y esta simbiosis de cariño y pedagogía nos recordaba aquellos verso de A ntonio Machado a Francisco Giner de los Ríos, a quien concita con un «nuevo amanecer de España». Esto y las palabras del alcalde cerrando las intervenciones y recordándonos que el destino de la proyección pedagógica del maestro en el alumnado tiene referencias de eternidad, completaban la belleza de una mañana de globos volando mientras un arbolito, recién plantado, señalará el tiempo que vaya pasando desde ese día que no olvidaremos y ese futuro que ahora soñamos y al que le hemos dado un nombre tanto de cariño y de respeto como de honor y educación solidaria, José Castaño. Y mientras, alguien relacionado con Memoria Histórica nos explicaba los sufrimientos de un pasado hostil para el maestro que teníamos delante, pero también nos advertía que en él jamás había visto nadie ningún rasgo no ya de odio sino ni tan siquiera de rencor.

Y entonces recordaba yo unos versos definitivos de otro compañero de José Castaño en la prisión de Totana, Eliodoro Puche, cuando nos ofrece aquella magnífica lección de humanismo: «Por el mal que me hicisteis, yo os doy, en venganza, mi perdón». Y así, con ese sentimiento de haber conocido a un maestro insigne, le dejamos con su alumnado y sus ojos centenarios empañados por la misma emoción contenida que guardábamos todos nosotros.