Todo estaba ya hablado. Negociado aquel negocio que llevaban entre manos y carteras un tal Torres y nada menos el marido de Cristina, hija y hermana de reyes, Urdangarin, aquel jugador de balonmano que quiso ser duque y se quedó en nada.

Negociado con ellos, los abogados de Roca y el fiscal y jueces del caso, había que salvar a la princesa. Y se salvó, siendo absuelta, aunque condenada para pagar un dinero que gastó y que alguien depositó en su cuenta sin saber el origen del mismo. Curioso.

Pero como estaba en juego la monarquía, ya que ella es hermana del actual rey, que aunque es poco conocido aún debe de ser resguardado del rojerío republicanista y de los antisistema que no creen en nada que huela a corona.

Y se habló, naturalmente que se habló: «Salvar a la princesa». Pero a la princesa le pareció poco y pidió que su duque, el jugador de balonmano, no tuviese que ir a la cárcel. Los primeros pasos ya se han dado. El duque, que ya no lo es, tiene pasaporte, vive en Suiza, en su propia casa. Ahora habrá que negociarle también al Tribunal Supremo y añadir que no hay cárcel para personas que tienen la sangre azul, o, sencillamente, que viven con las que la tienen, como es el caso de Cristina.

Fiscales, jueces y detenidos en esto que es la corrupción generalizada, se empezaron a mover. Los que han entrado en la cárcel, o pueden ir, quieren el mismo trato que Urdangarin. Los abogados de la gente importante, de las tramas de prevaricaciones, piden el mismo trato que el duque. Los pasillos de los juzgados son un hervidero de noticias y salen al plasma los ministros del ramo: «El que tenga algo que denunciar, que lo haga.. pero nosotros, el Gobierno, con su inmaculado presidente a la cabeza creemos en la ley: la ley es el orden y es igual para todos».

Son las 12 de la mañana, es sábado, y ya los diarios no dicen nada nuevo. Todo se sabe: la ley no es igual para todos, porque unos van al juzgado en cómodo furgón y hasta en ambulancia si es que tienen alergia a la oscuridad del dormitorio de las prisiones. El miedo manda, se respeta y hasta se corrige con otra prisión o medios de transporte más delicados. Sin embargo, los ladrones, más de 7000 en este país de pillos y robapavos, han sido encarcelados porque se corre el peligro de que se larguen fuera de España, están ya en la cárcel. Como debe ser.

Ahora hay ya un nuevo dictamen de sentencia: todos, no. Hay que salvar al duque de Palma porque la princesita sufre, y lo ha pedido, y porque es familia del rey, del sistema. Y nosotros, los españolitos de este mundo de la ley y la justicia tan distantes de unos y otros, seguiremos mañana discutiendo.

Pero, ojo, que la monarquía se resiente. Lleva mala temporada. Y el padre, el emérito, con esas cacerías de elefantes, y su amiga, la totanera? Ya no vale decir que no volverá a pasar. Cuánto escándalo y cuánta chapuza, mientras el país se siente otra vez preso de los atracos del gangsterismo, de Rato y compañía.

Y otra vez vendrán los recortes, y subirá la luz. Pero habremos salvado a la princesa y a su príncipe. Y mientras los pobres siguen siendo más pobres y los ricos más ricos, alguien me recuerda que Alfonso XIII se fue de España por Cartagena.

Precisamente en un barco, pero por Cartagena.