Puede ser que las abejas estén en peligro de extinción? Bueno, dicho así suena tremendista y exagerado, y quizás lo sea. Pero el caso es que cada vez son mayores los indicios de que abejas y otros insectos polinizadores se encuentran en una situación de verdadero declive. No sólo está ocurriendo de forma incidental en alguna explotación apícola de Mazarrón, según conocíamos hace unos pocos días, sino que las informaciones que se acumulan a nivel mundial están llevando a pensar a los especialistas que el peligro es bien cierto.

Créanme si les digo que los insectos polinizadores son sencillamente claves para nuestra propia supervivencia. Ni más ni menos. Sencillamente porque lo que comemos depende de que existan en la naturaleza estos bichos, abejas, avispas o abejorros, entre otros, que son casi más famosos porque pican o molestan en la tradicional paella al aire libre, que por su esencial contribución a que nosotros nos alimentemos. Los biólogos que han estudiado estas cosas creen que más del 30% de la producción mundial de alimentos depende de la polinización que los insectos hacen de las flores en los cultivos, y hay estudios que cifran en unos 22.000 millones de euros anuales la aportación económica que reporta esta polinización sólo en el continente europeo.

Desde tiempos inmemoriales, homo sapiens, cultivos e insectos polinizadores hemos ido de la mano. Las abejas son, con diferencia, los bichos más importantes que dedican sus días a ir de flor en flor para su sustento y para el nuestro. Probablemente porque de entre las diversas especies de insectos polinizadores la biología de la abeja de la miel es la más eficaz para esta tarea, amplificado porque desde muy antiguo los humanos hemos detectado el potencial colaborativo de esta especie y, con su domesticación y cultivo en colmenas, hemos hecho que sus poblaciones se multipliquen.

Sin embargo, las abejas, como tantos otros grupos animales (piensen en el declive de los anfibios) están en peligro. Los problemas en las poblaciones de abejas, que también se detecta en otros grupos de insectos polinizadores no domesticados, parecen deberse a una combinación de factores. No sólo el uso de plaguicidas, que son los principales responsables, sino también los patógenos, el cambio climático o los usos del suelo, factores todos ellos que cuentan con la característica común de que al menos en su mayor parte están provocados por nuestra propia actividad humana. Fíjense, por ejemplo, en que una cosa aparentemente tan banal como la extensión de los monocultivos en las enormes extensiones cerealistas de EE UU, hace que se desplome el vigor de las abejas que viven en sus inmediaciones, obligadas a obtener su néctar de un solo tipo de flor y obteniendo por tanto recursos nutricionales mucho más pobres.

Flaco favor nos hacemos a nosotros mismos si desconocemos las leyes universales de la ecología, y aviados estamos si maltratamos la biodiversidad hasta el punto de que ésta amenace involuntariamente con dejar de aportarnos los servicios que nos aporta.