Dos veces, y en menos de dos meses, la vida ha golpeado dura y miserablemente a un amigo. Cincuenta y siete días de diferencia han pasado entre el fallecimiento de su madre Isabel y el de su padre Paco. Justo en estos momentos no entendemos nada. Todo se torna de color negro y lo único que apetece es llorar la pérdida.

Es el mayor reto al que nos enfrenta la vida, la pérdida de un familiar; y en este caso una madre y un padre, y de manera tan seguidas€ El dolor causado es tan profundo que notas como se rompe tu corazón a trozos. Por mucho que se diga, y por mucho que se sepa que es parte natural de la vida, la tristeza es tremenda y embarga todo nuestro ser.

Miguel, por todos conocido como Bily, comprende que es parte de la vida, que hay que asumirlo. Sin embargo, sabe que lo único que puede hacer en estos momentos es honrar a sus padres con lo mejor que tiene de ello: su recuerdo, su aprendizaje, su educación, sus valores€

Y tras un periodo de sufrimiento y aceptación, ¿qué hacer? Toca levantarse otra vez, y apoyarse en los más cercanos. Su mujer Olaya, sus niños Alan y Eric, sus amigos, su trabajo, su ´fútbol´..., y mostrar una vez más que todos sacamos de dentro una extraordinaria fuerza cuando la vida nos pone a prueba. Cuando pensamos que estamos en lo más profundo del pozo volvemos a mirar hacia arriba en busca de esa luz que, aunque se haya apagado doblemente, volverá a lucir. Ya se encargará Miguel de agarrarla y encenderla.

Hace algunas semanas hablábamos de la resiliencia, la capacidad del ser humano para superar situaciones tan complicadas o difíciles como puede ser el fallecimiento de tus padres en tan corto periodo de tiempo. Bily está siendo resiliente, está una vez más encarándose a lo que está viviendo, con firmeza y con valentía; y no toca otra€

Seguir, avanzar, luchar€ Por él y por los que vienen, por los que le enseñaron que hay que continuar caminando. Está siendo su elección, su aceptación y su lección de vida.