Piii... Comienza el partido. Con suerte, el público aún no le ha dedicado su primer 'piropo' al trencilla de la contienda. Son los sacrificados del deporte rey, el fútbol, y a los que menos se les reconoce su esfuerzo. Su labor, puramente vocacional, hace que sólo ellos se sientan unos privilegiados cuando pisan el verde. La procesión, como se suele decir, va por dentro. Por sus manos pasa decidir en cuestión de segundos qué diantres ha pasado en esa jugada. ¿Simuló falta Cristiano Ronaldo, le hicieron penalti a Messi? Menos mal que siempre hay un cuñado futbolero, aquí también incluyo a algún periodista de bufanda, que, desde su sofá, es capaz de analizar la jugada para saber si hay que decretar la pena máxima. Un díctamen que, asombrosamente, pueden pronunciar a la par que se acaban la cerveza y le dicen a su mujer que no se ponga delante de la televisión. Aunque los que de verdad lo tienen fácil para hacer de juez en esta causa son los comentaristas deportivos. Qué grande son esos tertulianos que, tras muchas repeticiones y analizar el punto de fuga del fuera de juego a altas horas de la madrugada, se tiran horas discutiendo si fue falta o no. La verdad es que tiene mérito eso de llevarse el silbato a la boca cada domingo. Esos hombres de negro, que sería del fútbol sin sus errores, sin sus aciertos.