El año pasado acabó con Alberto Garzón celebrando el aniversario de la revolución rusa. La revolución significó, según el político madrileño, «Paz, Pan y Tierra», con unas mayúsculas tan pomposas como innecesarias. La socialización de las tierras, no obstante, ocasionó una lacerante carestía. El concejal de Economía y Hacienda del ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, tuiteó recientemente que en la 'hermosa' revolución rusa murieron solo cinco personas. Ya para 1918, Lenin intentó canalizar el terror desatado; fracasó: las autoridades locales continuaron su persecución indiscriminada. No hace mucho que un diputado de Podemos afeó a Albert Rivera haber utilizado a Henry Ford, un antisemita, como ejemplo empresarial; lo que el podemita seguramente ignora es que el industrial americano sirvió también de ejemplo al mismo Lenin.

El comunismo, y su revolucionario retoño ruso, continúan aún envueltos en un aura de romanticismo para parte de la izquierda. A quien a estas alturas de la historia no se le ha caído el velo de los ojos sufre, probablemente, de un mal incurable. No obstante, valgan los siguientes siete puntos como siete intentos desmitificadores para aquellos románticos a quienes el velo aún no les ha cristalizado.

1. Los bolcheviques nunca ganaron elección alguna en Rusia. En las elecciones a la Asamblea Constituyente de finales de 1917 resultó victorioso el Partido Social-Revolucionario. Así pues, más que una revolución bolchevique, la revolución rusa puede considerarse una insurrección bolchevique en un contexto político dominado por el populismo revolucionario de extrema izquierda.

2. Aunque el lema era «todo el poder para los soviets», la realidad se asemejó más a «todo el poder para los bolcheviques». La 'democracia de los trabajadores' que Lenin había prometido no constituyó más que una estrategia para ganarse el favor de los trabajadores fabriles. Pronto se constató que dejar el poder en manos de los obreros conllevaba el colapso en la disciplina de trabajo; asimismo, las expropiaciones a los terratenientes ocasionaron una inmediata carestía de alimentos. Incluso en el ejército, donde los soldados elegían democráticamente a sus oficiales, la situación se revirtió pronto, llegando a restituir a oficiales zaristas en sus puestos.

3. Lenin se percató pronto de que la maquinaria económica debía estar a cargo de expertos (burgueses, si así se requería). Tal cosa no debería importunar a trabajadores civilizados. El ejemplo ya no sería la Comuna de París, sino? el taylorismo americano. Es decir, la producción en cadena y a gran escala ejemplificada en las plantas de automóviles de Ford.

4. Para poder concentrarse en la construcción del Estado comunista, los bolcheviques dieron por acabada su participación en la I Guerra Mundial con la humillante paz de Brest-Litovsk. Rusia renunció a Finlandia, Polonia, Estonia y Ucrania entre otros territorios. De haber tenido algo más de paciencia, y a juzgar por la paz que Alemania se vio finalmente obligada a aceptar, Rusia no habría sufrido semejante bocado territorial.

5. La forma de luchar contra la carestía de alimento fue? un viaje de regreso al denostado libre mercado. La llamada Nueva Política Económica (y apodada 'capitalismo de Estado' por el mismo Lenin) permitía a los campesinos vender su grano libremente. Al mismo tiempo, por cierto, se vetaban los grupúsculos más radicalmente izquierdistas que habían anidado en el partido bolchevique. Era el pistoletazo de salida de las purgas dentro del partido.

6. La doble vida de los comunistas es una constante desde la existencia de regímenes comunistas. Ya en los primeros compases de la revolución, un bolchevique convencido se quejaba de que muchos abusaban hipócritamente de la etiqueta 'comunista', «porque las autoridades viven en un lujo 'burgués'».

7. Lenin se convenció de que de que el comunismo solo sería posible cuando el proletariado hubiera experimentado una 'revolución cultural'. Lenin parecía tener en mente la educación y la adopción de una férrea ética del trabajo; la idea de que el socialismo solo será posible previa drástica modificación del ser humano real ha sido desde entonces otra constante en el seno del comunismo.