Sí, la pregunta va directamente dirigida a vosotros, apreciados lectores de LA OPINIÓN, aunque sin ningún problema se podría ampliar a la totalidad de los murcianos. Con sinceridad, ¿vosotros qué pensáis de todo esto? ¿cómo veis a lo que últimamente nos estamos dedicando los políticos de la Región?

Y no es que me haya vuelto masoquista; no, no es eso. Ni mucho menos que me dedique ahora a plantear al albur cuestiones que puedan parecer capciosas. Tampoco. Se trata de que yo, y muchos otros que, al igual que yo, nos dedicamos con limpieza y entrega a trabajar en beneficio del interés general de los murcianos, estamos por completo indignados cuando comprobamos hasta dónde puede llegar la triste ruindad que a día de hoy existe instalada en una parte de la clase política de nuestra Comunidad autónoma.

Porque nosotros, los políticos, los de todos los partidos sin excepción, cobramos un sueldo que nos pagáis vosotros con vuestros impuestos. Unos salarios que, sin ser ningún disparate, nos permiten vivir con tranquilidad y sacar adelante a nuestras familias. Unos emolumentos, en definitiva, que nos entregáis para que nos dediquemos, con lo mejor de nuestro esfuerzo y capacidad, a solucionar vuestros problemas y a ayudaros a vivir mejor.

Pero, por desgracia, eso no está pasando con un elevado número de los representantes políticos que tenemos, cuyos sueldos no reciben como lógica contraprestación el trabajo de sus destinatarios para mejorar las condiciones de vida de los murcianos, que a fin de cuentas es para lo que se nos paga... Al contrario, la única actividad conocida de aquellos es dedicarse al desprestigio del adversario, a poner en duda su honradez, a pedir su dimisión de continuo y, en definitiva, a generar tensión y provocar bronca tras bronca... ¿De verdad es para eso para lo que nos pagáis?

Y es que esos otros políticos saben (todos lo sabemos) que son y serán incapaces de alcanzar la victoria en las urnas, y lo que no pueden ganar con votos, que es como se alcanza el gobierno en las democracias, lo quieren conseguir mediante comportamientos viles, que buscan con calumnias y falsedades la vía que les permita dar satisfacción a sus desmedidas ansias de poder.

Pero las actitudes torticeras, como las mentiras, tienen muy poco recorrido en una tierra de gentes de bien como es la nuestra. Y aquí lo que se premia es el trabajo duro, la cercanía, la bondad, la ilusión y la honradez. Sí, y la honradez. Porque la inmensa mayoría de los políticos somos personas honradas. Y la primera de ellas nuestro presidente, mal que le pese a algunos.

Nadie me va a explicar a mí a estas alturas quien es Pedro Antonio Sánchez, pues lo conozco desde hace muchos años y sé de su honestidad, de su integridad, de su nobleza y hasta de su austeridad. A este hombre bueno sin duda se le podrán reprochar algunas cosas, como su permanente obsesión por el trabajo bien hecho, su nivel de exigencia máxima, su total entrega o su desmedida ambición por mejorar la Región de Murcia, pero nunca nada (pueden estar seguros) relativo a su integridad moral, que es por completo intachable.

Y precisamente esa forma suya de ser es lo que ha dado lugar a que, en solo dos años bajo su mandato, Murcia se haya convertido en la Comunidad autónoma que económicamente más crece en España, y también la que más empleo genera en nuestro país, así como a que se estén resolviendo, una tras otra, las grandes reivindicaciones históricas que aún tenía pendientes de solventar nuestra Región. O sea, en lograr, aunque aún nos quede camino por recorrer, aquello por lo que cobramos nuestros salarios todos los meses.

Así pues, estimados lectores, me despido pidiendo a esos otros políticos que se dediquen ya y de una vez por todas a pensar en vuestro bienestar y en el interés general de todos los murcianos. E igualmente, y con la misma intensidad, para que abandonen las difamaciones, las persecuciones políticas y los juicios paralelos. España es un Estado de Derecho y para juzgar ya están los jueces, que además de hacer muy bien su trabajo, son los únicos legitimados para esa función. Única y exclusivamente ellos. Nadie más que ellos.

Si eso ocurriera, tal vez comenzaríais a pensar de una forma distinta sobre nosotros.