Estaba el otro día en spinning -en uno de esos arrebatos en plan operación Bikini que me entran de vez en cuando- cuando me dí cuenta de que no puedo vivir sin música. Imaginen eliminarla de su mente, borrarla de nuestros recuerdos... Yo no puedo. Muchas mañanas me despierto con alguna melodía en la cabeza y me la llevo todo el día, acompañándome mientras mi cerebro sigue entre 'pitos y flautas'... Incluso embellece otra de mis pasiones: el cine. ¿Imaginan una película sin música de ningún tipo? Díganle a Damien Chazelle que le borre la música a Whiplash o a La La Land (que está llamada a romper estadísticas en los próximos Oscar). Imposible hacer cine sin música, a no ser que seas David Macián y te otorgues una película como La mano invisible, con notable maestría y sin acordes. Reconozco que ahora la gastronomía está de moda y que un plato o un sabor puede trasladarte a otro país, a otra época; pero no como la música. Una canción puede evocarte el primer beso, la primera vez que te diste cuenta que estabas totalmente enamorado, aquella vez que la vida fue cruel, o cuando fue maravillosa... Todo tan sólo con unos acordes, unas notas. Incluso en el curro a veces te mereces algo de música para poder concentrarte...

Miren, acabo de tener una idea...