En esta pequeña serie personal dedicada a los cuatro partidos con implantación nacional le ha llegado ahora, en último lugar, el turno a Podemos. Lo de la implantación nacional de Podemos es una forma de hablar, porque en diversas comunidades autónomas, como Galicia o Cataluña, se encuentra subsumido en formaciones nacionalistas.

No es una etapa transitoria inicial que tenderá a unificarse en una gran célula única española en el futuro. Una de las características básicas de Podemos es su énfasis en el poder municipal y autonómico en detrimento del nacional. En Cataluña defienden el derecho a la autodeterminación, aunque preferirían que el correspondiente referéndum fuese pactado en vez de unilateral. Por eso han suscrito el Pacto Nacional por el Derecho a Decidir, en el que participan las fuerzas independentistas. Aunque el nombre del citado pacto parece escrito en español, traducido al genuino español debería llamarse Pacto Catalán por el Derecho a la Autodeterminación.

Pero la idea de que solo Cataluña y el País Vasco tengan derecho a la autodeterminación les parece a los de Podemos timorata, al alcance de gente tan moderada como los socialistas catalanes y los vascos. Los podemitas reclaman ese derecho para todo el que lo solicite. De hecho, Teresa Rodríguez, su dirigente andaluza, lo ha pedido expresamente para Andalucía.

El proyecto territorial de Podemos para España consiste en disgregarla en tantas partes como deseen los ciudadanos de las diferentes regiones. No es de extrañar que en su reciente Asamblea de Vistalegre se hayan visto banderas de varias regiones y republicanas, pero ninguna española. Los organizadores analizaron si convenía hacer algún guiño a la españolidad y decidieron conscientemente que no.

En un partido político que ha recuperado para el vocabulario izquierdista el término 'patria', como es Podemos, eso no deja de ser sorprendente. Lo de hablar de izquierdistas patriotas no se oía desde que el extinto FRAP, una corriente maoísta, lo popularizase. Esa organización con ribetes terroristas se fundó en 1973 en París y fue liderada por Álvarez del Bayo, que había sido ministro socialista en la República.

Casualmente, el padre de Pablo Iglesias fue militante del FRAP. Y también casualmente los puntos básicos del FRAP serían asimilables por los militantes de Podemos. De los seis puntos fundacionales del FRAP, cinco aparecen en el discurso de Podemos: expulsar al imperialismo norteamericano; implantar una República Federativa con derecho a la autodeterminación; nacionalizar los monopolios industriales; confiscar los grandes latifundios y fundar un Ejército al servicio del pueblo. Todo eso lo suscribe Podemos y añade salir de la UE. El sexto punto ha decaído: acabar con los restos del imperialismo español. Si se referían al Sahara, ya no toca.

He expuesto lo anterior para recalcar la profunda radicalidad de Podemos, que algunos medios de comunicación tienden a diluir y endulzar. Multitud de analistas han enfocado el choque entre Iglesias y Errejón como un enfrentamiento entre radicales y moderados. No sé cuánto habrá de razón de en ese análisis, pero la clara victoria de la lista de Iglesias y de su documento político avalan la idea de que la mayoría de los militantes de Podemos están muy radicalizados.

Me atreveré a proponer otras dos diferencias, apenas comentadas entre lo que representan y encarnan Iglesias y Errejón. Son bastante originales, o sea que acaso sean delirios míos.

La primera versa sobre el diferente modo de reaccionar ante su experiencia parlamentaria. No solo se trata de que Errejón prefiera la moqueta e Iglesias, la calle. Es que en el Parlamento están los demás (el infierno, según Sartre) y allí hay que discutir y a veces los otros ganan el debate. Eso lo soporta Errejón, pero no Iglesias. En cambio, en las manifestaciones solo hay colegas y no hay que discutir ni se topa uno con la realidad, que es compleja y frustrante.

Mi segunda opinión peculiar consiste en sostener que mientras Iglesias no quiere, al menos en minoría, gobernar España, Errejón quiere hacerlo ya. Eso quedó claro para mí cuando Iglesias no quiso cerrar ningún acuerdo con el socialista Sánchez, ante el disgusto de Errejón. Y tiene su explicación: Iglesias quiere subyugar al PSOE más que pactar como subordinado suyo, mientras que Errejón es mas sinuoso. La experiencia de Syriza no anima a Iglesias a gobernar dentro de la UE: los compañeros griegos han tenido que bajar las pensiones y recortar gasto social. En Portugal la cosa no pinta mejor: ha habido que apoyarse en los conservadores para aprobar los presupuestos.

Una cosa es regir los Ayuntamientos y poder querer acoger a muchos refugiados sabiendo que la sanidad y la educación van a cargo de la región o del Estado y otra gobernar España y tener que defender sus fronteras. Lo primero, vale; lo segundo, ya si eso. Por ahora Iglesias prefiere convulsionar la maciza realidad nacional que gobernarla.