Aunque en nuestra tradición cainita la inmolación explosiva, los procesos de devoración mutua de una fuerza política (como ocurrió con UCD y el viejo PCE, como ocurre ahora mismo con el PSOE) nunca hay que descartarlos, el grito que más se oyó en el Vistalegre de Podemos fue «¡Unidad!»: señal de que falta, sí, pero también de que se desea. Intensamente, aunque de creer a las cabeceras de periódicos y televisiones de Madrid parecía que todo iba a acabar a cuchilladas. Yo he leído en la cara de Íñigo Errejón (que es un libro abierto) más tristeza que frialdad y menos rabia que decepción. Deberían ocultar (los medios, no Errejón) un poco, las partes pudendas de la ideología (o su falta de ella que, a menudo, es peor), al menos en horario infantil. Sin embargo, seguirán: hasta invocarán sagradas obligaciones.

Imaginemos que la ingeniera genética nos crea un híbrido con dos tercios de la cabeza de Errejón y un tercio de la de Pablo Iglesias, pero con toda su planta desafiante y el brillo visionario de sus ojos. Como semejante quimera lleva su trámite, de momento habrá que cumplir las promesas de humildad y unidad que se formularon en la hora de los polideportivos. La gestora del enterrador Fernández y Fernández ya sólo es madera muerta para apuntalar la muchas ramas del PP, cargadas de fruta podrida. Pero eso no quiere decir que hayan desaparecido los socialistas.

Ahora es la expresidenta de Les Cortes valencianas por el PP, la señora Milagrosa Martínez, la que recibe un recio correctivo judicial que alcanza a todos los gürtelianos que, por su nombre, parecen una invasión del espacio exterior, razón por la que Mariano Rajoy y los suyos se encerraron en la Caja Mágica. Mucha magia y hasta algún portento harán falta para hacernos creer que de la acumulación de cargos de Dolores de Cospedal y de las arrobas de maquillaje que portaba Cristina Cifuentes (que avergonzarían a Raphael), de la ausencia de primarias, debate y regeneración, de los sobacos sucios, pueda aparecer otra cosa que emanaciones pestilentes, mientras siguen cortando el cupón con cara de satisfechos. Y unidos: hay para todos, parece.