Dos millones de visitantes en Caravaca durante el presente Año Santo Jubilar 2017, vaticina la Administración regional. Eso supone una media cercana a los 7000 peregrinos cada día. Algo superior a partir de ahora, pues habrá que compensar que salvo el día de la misa de apertura en que acudió la prensa y el estamento político-religioso regional, no he visto hasta hoy más que las habituales tres o cuatro decenas de visitantes. Y algunos miles más de media al día habremos de sumar, si conseguiéramos encontrar la parte del león de ese millón y medio de peregrinos que las mismas fuentes anunciaron el pasado año jubilar 2010; y de quienes al final nadie supo.

Aún recuerdan maravillados mis colegas guías, el día de aquel año en que se contabilizaron treinta buses de enfervorecidos peregrinos. No alcanzo aún a entender cómo se ubicaron por las estrechas callejuelas del hermoso centro histórico caravaqueño. Y el caso es que si los treinta buses iban repletos, ello no supondría más de 1500 personas en tan excepcional fecha. Imáginemos que otros quinientos llegaran por sus medios y que lograran aparcar, cosa harto difícil. Sumemos los caravaqueños que acudieran ese día al pequeño centro histórico y la basílica. Siguiendo convencionales parámetros de geometría euclídea, no me da el espacio. Pero sea, que el día es largo y a unos minuticos por metro cuadrado podría hasta cuadrar. ¿Pero 7000, y todos los días? Más esa módica cuota de caravaqueños con su vida y gestiones por el centro histórico. Pues no, no alcanzo a imaginarlo. Y si todos pretenden besar la cruz, o sencillamente tomar un cafelico, bien crudo lo veo. Es posible que el milagroso lignum crucis ayude a desafiar el espacio cuántico, deforme la curvatura espaciotemporal y genere un vórtice infinito a la altura de la hermosísima iglesia del Salvador. Y que un diminuto agujero negro, de descomunal masa peregrínica, acoja bajo su seno a tanto enfervorizado visitante por el mínimo entorno que trazan la plaza del Arco, la subida a la Basílica, la calle de las Monjas, la calle Mayor y la Corredera. Tan sólo una lectura milagrosa del segundo principio de la termodinámica podría librar a la ciudad de tan formidable derroche de entropía, de tamaño caos. Mi fe, un pelín heterodoxa ella, no alcanza a ver la milagrosidad cuántica de tamañas expectativas jubilares. Y arrastrado por una pizca de impiedad, esto me huele a humo, y no precisamente de aromatizado incienso.

Lo que ya no resulta tan incomprensible a mis cartesianas limitaciones es la ingente cantidad de dineros públicos destinados, en parte a la promoción de la ciudad, pero sobre todo a la autopromoción de la imagen de nuestras piadosas autoridades regionales. Y es que el sufrido Mar Menor no da ya mucho de sí, y esto del turismo religioso se convierte en un socorrido enganche para lucir en FITUR, en medios regionales y, sobre todo, para gastar perras.

Informaba LA OPINIÓN a principios de enero que la Comunidad ya ha invertido en 2016 más de 1,4 millones en actuaciones de promoción y acondicionamiento de infraestructuras; y que este año 2017 invertirá más de ocho millones de euros. Informo yo también del mareante pufo que quedó tras el jubilar de 2010: deudas millonarias y mal justificadas de la empresa Caravaca Jubilar, creada entonces para gestionar el prometido maná turístico; consiguientes despidos de personal y un proceso judicial que aún colea entre el gerente de tal empresa y el entonces alcalde popular. Pero sobre todo, del malestar que quedó entre pequeños comerciantes y agentes locales, ante tanta expectativa defraudada.

Debo reconocer, no obstante, la labor que durante este último año ha llevado a cabo el actual gobierno municipal, también la de los técnicos del Instituto de Turimo regional, el ITREM. En especial, el esfuerzo con turoperadores y prensa internacional.

Y estimo que el Año Santo Jubilar 2017 representa una gran oportunidad para avanzar en el diseño de nuevos productos turísticos y culturales en la Región de Murcia, que sirvan al objetivo estratégico de diversificar, desestacionalizar y deslocalizar este sector. Todo un revulsivo, si se sabe aprovechar, para impulsar la enonomía local en la comarca del Noroeste, tan rica en patrimonio religioso, natural y etnográfico. Bienvenido sea, pues, el esfuerzo en ese sentido. Pero eso será siempre un trabajo serio, sostenido, callado y alejado de los despliegues mediáticos del político de turno. Lo que uno desearía es encontrar menos referencias al evento jubilar en medios locales y muchas más en libros de viajes o televisiones internacionales. Y también a ese pueblo de postal que es Cehegín, y a las sierras de Moratalla, y al fascinante valle del Aceniche en Bullas, al calasparreño santuario de la Encarnación o al espectáculo de las cuadrillas en Barranda. Pero entiéndanme, encontrarme a su imputadísima señoría presidencial siempre ufana y sonriente por los medios regionales, vendiéndonos cada dos por tres el humo jubilar de los dos millones de ficticios visitantes, se me hace tan cuesta arriba como la subida a Revolcadores.

Y ya está bien de jugar con las expectativas de tantos pequeños agentes de la economía local. Ya basta de interesadas humaredas que repiten las de siete años atrás y ocultan gastos millonarios a cuenta del sufrido defícit público regional.