A cualquiera que en su pueblo lo declaren persona ´non grata´ y que en otros municipios anden locos por despojarlo de la distinción de ´hijo adoptivo´ lo abocaría a mostrarse un pelín afectado al menos. Pero Trillo no es cualquiera. El cartagenero repudiado, que la salida de la embajada londinense la encaró al son de «aquiétense, criaturas; vuelvo al Consejo de Estado y mi futuro lo decidiré, Dios mediante, cuando llegue», ya tiene plaza en la sección octava del máximo órgano consultivo del Gobierno en el que ha ido acumulando antigüedad al permanecer durante toda una carrera política en situación de servicios especiales. ¡Y qué servicios, Madre del Amor Hermoso! Tantos que continúa formando parte de los órganos de dirección de su partido y la reincoporación a tan sacrosanto estamento de origen impreciso, sentido por descubrir y sito en el Madrid de los Austrias, no le impedirá compatibilizar tamaña tarea con el despacho de abogados familiar que, en manos de la tropa, ha llevado adelante la defensa del pepé en Gürtel. Como para sentirse apesadumbrado, dirá él.

Los Episodios Nacionales componen el fresco de un siglo ensartado por multitud de acontecimientos. Si Pérez Galdós se hubiera puesto hoy en día a la faena, la verdad es que por frescos no iba a ser. Y dado que arrancó con la cosa napoleónica podría incluso hacer una incursión por la Quinta República y escrutar al candidato Fillon y sus circunstancias. Es posible que don Benito no se sorprendiera pero, a los que no gozamos de su capacidad de introspección, nos cuesta ver que se repitan patrones de comportamiento de quienes se presentan para trazarlos y que alguien que se ha erigido en estandarte de la decencia pueda haber inyectado bicocas a su alrededor hasta producir sonrojo en Pierre de Coubertin por mucho que lleve bajo tierra. Que en España se haya reproducido un porrón de historias de similar pelaje está en los genes pícaros que nuestros autores vienen retratando desde el papiro. Pero, coño ¿y la grandeur?