Toda mi vida profesional me he dedicado a la docencia en forma privada. He trabajado con miles de alumnos, muchos de ellos dedicados, a su vez, a la enseñanza en la actualidad. Lógicamente cada cual venía de un instituto o colegio distintos, por lo que he podido calibrar la, bajo mi criterio, calidad de sus profesores en cuanto a la relación con sus alumnos y a sus conocimientos. Lo que me llama poderosamente la atención es que los niveles de conocimiento del alumnado ha caído, y cada día más, a niveles preocupantes. Cuando a un universitario le coloco algún examen, por ejemplo de Cálculo, de hace veinte años, los ojos le hacen chiribitas y acaba haciéndose cruces debido a la dificultad que para él comporta su resolución. Esa caída de nivel la vengo observando también en la calidad de las clases en sus respectivos centros, o sea a las que imparten sus profesores.

En los últimos días he tropezado con dos situaciones, cuando menos curiosas: alumna que pregunta una duda a su profesor de Matemáticas y éste le contesta diciéndole 'que se busque la vida'; otra, la profesora correspondiente deja de explicar su asignatura, Matemáticas, y los alumnos, en grupo, han de resolver supuestamente los problemas que les dan en un folio o, cosas de la modernidad, en un ordenador; repito, sin explicación previa. Si las matemáticas son de por sí dificultosas, más lo serán sin explicación. Pienso que será lo mismo que ponerse a traducir un idioma sin conocimiento del mismo o intentar escribir correctamente sin echar mano de las reglas ortográficas. En el caso de 'que se busque la vida' es echar a la alumna en manos de profesores particulares o academias (aún a riesgo de tirar piedras sobre mi propio tejado, digo muy alto que la existencia de las academias y profesores privados reflejan el fracaso de los docentes en las aulas de los centros oficiales).

Hablo de las Matemáticas porque es uno de los ámbitos que conozco y trabajo. Difícilmente uno puede resolver un problema de logaritmos si previamente no se le han explicados los rudimentos más elementales, se han hecho ejercicios sencillos en primera instancia hasta llegar a problemas de más nivel. Les aseguro que no vale leer en un libro qué es eso de los logaritmos o de la trigonometría, ni visualizarlos en un vídeo. Por otro lado, si se obliga a los alumnos a visionar vídeos ¿qué pinta el profesor?; ahorremos un sueldo al Estado. Hay que explicar, no sólo el tema correspondiente, sino relacionándolo con otras disciplinas e incluso la Historia, por ejemplo. Al explicar la división sexagesimal de los ángulos, podemos indicarles que procede de los sumerios; al explicar álgebra, hablamos de los árabes, fundadores de la misma. Podemos hacer mil y una interconexiones y hacerles llegar que todas las materias, de una u otra forma están interconectadas; filosofía y matemáticas a través de Descartes? yo que sé, todo menos visionar vídeos exclusivamente.

Intentamos que los alumnos aprendan pero ¿cómo puede haber aprendizaje sin enseñanza? ¿Cómo puede alguien aprender algo, desde leer y escribir hasta latín y álgebra, sin otro alguien que se lo enseñe? Por más que creamos que hemos descubierto cosas por nosotros mismos, todo nos lo han enseñado. Incluso si andamos erguidos es porque, cuando empezamos a gatear, alguien nos tendió una mano para enseñarnos (sí, enseñarnos) a sostenernos sobre las piernas. Si nadie nos hubiera enseñado a andar, jamás habríamos 'aprendido' a hacerlo y todavía caminaríamos a cuatro patas.

Hay pedagogos, yo diría demagogos, que intentan vender la idea de lo bueno que es 'aprender a aprender' pero ¿qué es aprender a aprender? Cuando, después de dedicar un cierto tiempo y esfuerzo, consigues entender un teorema matemático, comprender un texto de Kant, escalar una cumbre o aprender a pescar, experimentas una sensación realmente placentera. Pero esto no tiene nada que ver con 'aprender a aprender', sino, más sencillamente, con aprender, así de fácil, con la alegría de alcanzar un saber o habilidad que ha costado cierto esfuerzo. Aprender es una cosa, la satisfacción por aprender es otra, y el aprender a aprender es una tontería.

Para todos aquellos que sientan lo mismo que yo; que la enseñanza se está deteriorando a pasos agigantados les recomiendo, para saber algunas razones, el siguiente texto: Moreno Castillo, R., La conjura de los ignorantes, Pasos Perdidos, Madrid, 2016.