Documental, testifical, pericial, confesión y reconocimiento judicial, son las pruebas admitidas en nuestro Derecho. Y dentro de ellas existen sus modalidades, sobre todo en la documental, donde la prueba de detectives privados y la fotográfica pueden tomar diversas formas. Pero como las tecnologías avanzan, era impensable no hace mucho que todo el mundo pudiera estar conectado por Twitter, Facebook o WhatsApp.

La cuestión se plantea cuando se presenta alguno de estos mensajes en juicio, incluso después de ser borrados y rescatados convenientemente. La parte contraria en el juicio, normalmente los va a impugnar negando su autenticidad, lo que obligará a ser adverados demostrando su veracidad. Ya el Tribunal Supremo, en su conocida sentencia 300/2015 de 19 de mayo, dejó bien claro la peligrosidad del sistema de mensajería instantáneo, por lo que debe ser considerado de forma cautelosa, debido a la posibilidad fácil de manipulación de los mensajes.

La forma de demostrar su veracidad es sencilla. O se trae el dispositivo de donde han partido a presencia del letrado/a de la Administración de Justicia «para que dé fe de lo que contiene. O se hace ante un notario para que levante acta. O bien, a través de una prueba pericial para comprobar que la integridad de la conversación no ha sido manipulada ni alterada. La conclusión es pues sencilla: son prueba en juicio los mensajes de todo tipo siempre que se demuestre su veracidad, y a pesar de haber sido borrados, ya que pueden ser rescatados pericialmente.

Lo que desde luego está excluido del sistema judicial español en cuanto a las pruebas de unos hechos se refiere, son los denominados 'polígrafos' o 'máquinas de la verdad'. Son muy televisivos pero muy poco efectivos en un procedimiento judicial. Son tan poco fiables como las personas que se someten a su examen, los que los secundan y sobre todo quien afirma o niega haber dicho la verdad. Supongo que el valor de esa afirmación o negación se obtendrá a través de otros datos colaterales anteriores que junto con los coetáneos, den la posibilidad de un mínimo de coherencia entre la pregunta y la respuesta. Pues más que una prueba científica es una prueba de control personal, nervios y cara dura a la hora de mantener una mentira a sabiendas. Sin olvidar que dependiendo lo que hayas ingerido previamente el control de la respuesta puede variar.

Pero lo peor de todo es cuando esta manera de comunicarse a través de la Red se utiliza, no para acreditar unos hechos que son el fundamento de tu derecho, sino que de forma torticera se emplean para insultar, calumniar o acosar a los demás. Entonces sí que son medios de prueba eficientes al máximo, sobre todo si llegan a un final tan triste, duro y vergonzoso como es la muerte de una mujer adolescente. O cuando tras una paliza a un ser humano aún hay gente que se manifiesta a través de estos avances tecnológicos para alegrarse e incluso afirmar que la víctima se lo merecía. Finalmente, también en ocasiones sirven para difundir bulos alarmantes generalmente sobre peligros inminentes.

Aunque, y para acabar con buen sabor de boca, me quedo con aquellos mensajes donde se ponen de manifiesto la realidad de un país en que la gran mayoría de sus exdirigentes políticos ocupan ahora puestos relevantes en esa luz y gas que no paran de subir. Independencia se llama a eso.