No hay dudas de que el modelo burocrático de administrar está caduco. Y tampoco sobre que la participación se ha convertido en una especie de maná de las buenas prácticas en la gestión pública. Estamos completamente de acuerdo. Los gestores municipales lo sabemos muy bien, pues lo mismo nos toca lidiar con complicados aspectos de índole presupuestaria o jurídica, que pararnos a charlar por la calle con cualquier vecino que, directamente y sin ningún tipo de intermediación, nos interpela y cuenta sus problemas cotidianos.

No hace mucho este humilde concejal sacaba pecho en este mismo medio, titulando al ayuntamiento de Murcia como un Ayuntamiento de Cristal, pues el esfuerzo del equipo de gobierno liderado por el alcalde Ballesta en materia de transparencia y participación ciudadana no puede negarse si no es con un espíritu ajeno a la pura objetividad. Es obvio que todo se puede mejorar, pero, desde luego, tildar a este equipo de disponer de planes ocultos con objeto de excluir a la ciudadanía y reservar los términos de determinados proyectos es, sencillamente, una barbaridad dicha en vacío, si no con mala fe. Por eso, no puedo dejar de mostrar mi rotundo rechazo a las tesis defendidas en la Tribuna Libre de LA OPINIÓN, con el título de Cárcel Vieja. El estado de la cuestión.

Están en circulación muchas ideas falsas sobre la participación. Algunos quieren poner de moda un estilo de hacer política al margen de las instituciones, de los cauces colectivos que legítima y democráticamente hemos adoptado para gestionar la vida en común. Cuando algo no les gusta, adoptan una actitud intimidatoria y agresiva, justificándolo en una presunta legítima defensa de la sociedad frente al poder establecido como ´casta´. Estos grupos sociales, aparentemente habilidosos en materia comunicativa, pretenden tergiversar una adecuada política colaborativa y participativa, encubriendo realmente su intención de favorecerse.

La libertad, la igualdad y la participación, como valores fundamentales de nuestra sociedad, no pueden ser privatizados por una minoría asamblearia, pues son principios que a todos nos pertenecen. En democracia, la iniciativa corresponde, primordialmente, a la mayoría y otra cosa nos conduce a la disolución de las instituciones.

Nuestra democracia es representativa y en ella desempeña un gran papel la opinión pública, el dar cuenta de las decisiones y una vasta discusión de los asuntos públicos. Nada que se le parezca a las doctrinas revolucionarias y extremas sobre la propiedad del poder, que conducen primariamente a la manipulación y, finalmente, al caos y el desorden, tal y como podemos comprobar derredor.

Quizá las excesivas ilusiones puestas en la idea, su utilización como excitante alternativa a la democracia real y representativa, pueda hacerles ganar muchos adeptos, pero esta ´euforia de la participación´, con ser muy importante como dije al principio, no puede llegar a identificarse solo con unos pocos, con el asambleísmo; la participación es patrimonio de todos y las ideas, las propuestas, las iniciativas (las de todos, claro) son el alma de las instituciones y estas son el cauce natural del funcionamiento del Estado.

No hay, descendiendo ya a asuntos concretos, proyecto o iniciativa impulsada por el equipo Ballesta que no haya estado o esté sometida al escrutinio de un intenso proceso participativo y transparente, mucho más allá de las meras exigencias legales.

Como ejemplos, la prometida recuperación de San Esteban, modelo de buenas prácticas expuesto fuera del ámbito de nuestra Región; la peatonalización de Alfonso X, proceso abierto y participativo ´a pie de calle´, que está dando sus frutos y en el que se verán reflejadas todas las aportaciones; Murcia Río, modelo de revitalización y mezcolanza social y ambiental; el nuevo impulso dado a la limpieza viaria, que centra su razón de ser en despertar la conciencia de nuestros conciudadanos; y, en fin, la rehabilitación de la Cárcel Vieja, ejemplo de participación colaborativa con muy diversas instituciones, el Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia, la dirección general de Cultura de la Comunidad Autónoma, la Academia Alfonso X El Sabio, la Universidad de Murcia, la asociación representativa de la Memoria Histórica, asociaciones vecinales€ Y ahora, alegremente, se nos achaca ¡tener miedo a la participación!

Por convicción y por deseo expreso de este equipo de Gobierno, nuestra concepción del proyecto de ciudad está ligado a una participación con mayúsculas, a escuchar y atender la opinión de todos, sobre la base de que hacer Murcia día a día es un apasionante desafío que a todos nos atañe. Recuerdo que, precisamente, en estos momentos nos encontramos en un proceso colaborativo, con participación de muy diversas instituciones de gran peso y relevancia para lograr la rehabilitación y puesta en uso de tan representativo inmueble.

Algunos adolecen de cierta desorientación doctrinal acerca del alcance y virtualidad de la teoría de la participación. Desde su peculiar punto de vista, participar equivale a participar yo. A imponer su singular visión de las cosas pues, según afirman sin ambages, la ´casta´ que nos gobierna no representa la voz de la calle, erigiéndose ellos mismos, por un arte o suerte de autoafirmación, en nuestra ´conciencia colectiva´, en el medio social que ha de ser el engranaje o factor determinante de todas las decisiones, pues de lo contrario queda habilitada la protesta, agresiva y de ceño fruncido, como legítima defensa social.

Suerte que los votos no han de interpretarse, sino contarse.