Han pasado dos años, que en sus diarios han quedado completamente en blanco. Ahora la reencontramos montada en su bicicleta, vestida con falda y suéter de lana, atravesando el aire «gélido como el champán» y la luz brillante, fría y limpia de los primeros días de primavera, canturreando camino de la lavandería, después de hacer un alto en el camino para comprar libros, naranjas y nueces, y tomarse un café expreso, exultante a pesar de los pequeños contratiempos, dispuesta a «derrotar a los dioses».

Parece otra, aunque solo tiene 23 años, esa edad única en la que podemos ser la persona más vieja de la vida de uno. Nunca más volverá a ser tan sabia y a la vez tan inocente como en ese momento en el que la sensación de soledad y angustia es tan grande y extraña que pedimos ayuda creyendo todavía que esa ayuda puede llegar. Sabe que la vida se embarra en un instante y se echa a perder. Lo ha visto de cerca. Ha sentido cómo la vida huía de ella con cada latido de su corazón y, sin embargo, ahora su voz suena más fuerte que nunca, segura de sí, poderosa. Ese cambio se nota en sus diarios. De repente nos parece que escribe para nosotros, ya no solo para sí misma.

No olvida que la primavera es un engaño, pero la recibirá en pie, junto al mundo. No implorando en un rincón que, por favor, ocurran cosas buenas, sino en movimiento, detrás de todo lo que hay que leer y ver. En busca del amor, un amor «pródigo, dulce y desbordante» como la primavera que llega brotando a través del invierno. ¿Será eso posible? ¿Encontrará el equilibrio que anhela entre la soledad creadora y la compañía, entre «los hijos, los sonetos, el amor y los platos sucios»? Dice que lo que más teme es la muerte de la imaginación, ¡y hay tantas formas de matarla! El mundo no es nada si no inventamos sueños. Pero ¿cómo sacarlos a la luz? ¿Cómo evitar que mueran antes de nacer, ahogados en el miedo? ¿Encontrará finalmente el amor que hará brotar el ángel que ella lleva dentro?

Lo que viene después es demasiado triste para consignarlo aquí en esta pequeña historia que empezaba con el sueño de la primavera. No la seguiré en su viaje. Prefiero dejarla pasar como un ángel cargado de libros y naranjas.