Murcia es el séptimo municipio más poblado de España, superando a ciudades como Palma de Mallorca o Bilbao. Según el censo de 2015, aquí residimos 439.889 personas sin contar con la población flotante de estudiantes y trabajadores, entre otros. Sin embargo, la estructura territorial de Murcia tiene peculiaridades únicas en el Estado español, ya que la población, en lugar de estar concentrada en el centro urbano, está diseminada a lo largo y ancho de las 54 pedanías existentes.

Que el municipio esté compuesto por estas divisiones administrativas podría haber sido aprovechado como una oportunidad de gestionar la acción municipal de manera más directa, implicando a los vecinos y vecinas en la gestión municipal. Sin embargo, más de veinte años después de la creación de las Juntas Municipales, su estructura se ha quedado pequeña y amenaza con volver inservible la propia organización municipal.

Hablemos con sinceridad. El Palmar cuenta con un número de habitantes similar al de San Pedro del Pinatar: 22.897 personas frente 24339. Sin embargo, a nadie se le escapa que el municipio marmenorense presta más servicios a la ciudadanía que el de Murcia y de forma más próxima, tanto físicamente como en lo relacionado a las prioridades políticas de los ciudadanos. Esto hace que desde años los vecinos y vecinas de El Palmar sientan que el Ayuntamiento los ha abandonado y vengan reivindicando convertirse en un municipio independiente, algo que apoya Cambiemos Murcia. Esta petición se puede extender a otras pedanías muy pobladas del municipio si no cambiamos la forma de hacer política.

El modelo del Partido Popular centraliza todas las decisiones desde la Glorieta, lo que significa que la inversión en el centro es mucho mayor que en pedanías, pese a que las dos terceras partes de los habitantes del municipio residen fuera del casco urbano.

Nada más constituirse esta Corporación municipal, como una de las primeras propuestas para solucionar el déficit de participación en las pedanías y aprovechando la minoría del PP (que había bloqueado cualquier cambio anteriormente) planteamos la reforma del Reglamento de Participación Ciudadana, que regula la Juntas Municipales y está totalmente obsoleto, tanto en su dinámica de funcionamiento como en las competencias que delega en las Juntas.

Mucho se ha hablado últimamente de la infrafinanciación que tienen las Juntas. Nunca se ha llegado al 8% marcado en el propio Reglamento de Participación y ya es hora de que las Juntas gestionen ese presupuesto. Pero el debate, a mi juicio, es más amplio: la financiación es una parte, pero lo más importante es el funcionamiento de las Juntas Municipales y sus competencias.

En este momento no existen unas competencias claras. Los vocales, en su afán por cubrir las necesidades de sus vecinos y vecinas, realizan una interpretación extensiva, cubriendo espacios en los que el Ayuntamiento hace dejación de funciones, por ejemplo, el cuidado de los colegios.

Es notorio que las Juntas del Cambio (aquellas en las que el PP dejó de gobernar en 2015 a merced del acuerdo de varios grupos municipales) han dinamizado la vida cultural e impulsado el deporte de base y el asociacionismo. Pero se han enfrentado en numerosas ocasiones a una Administración municipal que las boicotea políticamente y, lo que es más grave, a una estructura administrativa que no está preparada para dar respuesta al ritmo de trabajo que tienen. En estos momentos, solo hay doce administradores para gestionar las 65 Juntas Municipales de nuestros barrios y pedanías.

Así, es urgente iniciar un debate que nos lleve a elaborar un Reglamento de Juntas Municipales y de Distrito. Desde Cambiemos Murcia queremos poner en marcha un proceso participativo realizando asambleas en barrios y pedanías, que implique a los ciudadanos y ciudadanas en esta tarea. Creemos una prioridad debatir sobre qué competencias le asignamos a las Juntas Municipales y apostamos porque toda política que empiece y termine en una pedanía sea gestionada por su Junta, incluyendo, por ejemplo, la gestión de sus espacios públicos (centros culturales, bibliotecas, etc.).

Se debe debatir sobre qué tipo de obras e inversiones les reservamos a las Juntas y de cómo unimos esto con la necesaria cohesión territorial. Y, sobre todo y más importante, cómo convertimos las Juntas Municipales en auténticos instrumentos de participación ciudadana, con elección directa de los vocales por parte de los vecinos y las vecinas y el impulso de espacios de democracia directa como los presupuestos participativos.