El congreso de Ciudadanos, convocado para el 4 de febrero, llegará Rivera como dirigente máximo recién elegido por los afiliados y con la novedad de que se votará a su comisión ejecutiva en una lista cerrada y bloqueada, en la que no hay ningún miembro de la región murciana. Esa novedad acentuará el caudillismo propio de ese partido desde su fundación, en junio de 2005.

Los planes de Rivera tienen tres ejes: aprobar unos estatutos en los que se cercenará la acumulación de poder por los dirigentes regionales y la formación de corrientes internas organizadas; preparar al partido para entrar en los Gobiernos municipales, autonómicos y en el de España a partir de 2019; redefinir su proyecto como liberal, prescindiendo de la etiqueta inicial de socialdemócrata.

Aunque la elección de Rivera ha gozado de una muy amplia mayoría a su favor, esos tres ejes están siendo discutidos por sectores importantes del partido. La centralización del poder en el máximo dirigente y su ejecutiva, una consecuencia natural de su método, no es bien vista por muchos afiliados que preferirían que las organizaciones regionales dispusiesen de mayor autonomía y que no se prohibiese formar corrientes internas.

Esos sectores críticos van en la misma línea, acaso sin ser conscientes de ello, de los que recelan de las primarias en el PP y en el PSOE. Recientemente Cifuentes, la dirigente de la gestora madrileña del PP, ha llegado a un acuerdo para retirar su enmienda a favor de las primarias a cambio de que pueda organizar a su gusto el congreso madrileño. Además, los que están elaborando ponencias para el próximo congreso del PSOE quieren incluir una serie de limitaciones al poder del secretario general para que, en sus palabras, no entre en conflicto la democracia directa mediante la que se le elige y la democracia representativa, 'óptima' dicen, mediante la que se elige a los miembros de la Comisión Federal. En concreto, se pretende blindar que la política de pactos sea competencia exclusiva de la Comisión Federal y especificar en qué casos y con qué condiciones puede el secretario general convocar un referéndum entre los afiliados. Evitaré en ambos casos los comentarios autocomplacientes.

Por su parte, Ciudadanos pide que se limiten los mandatos del presidente del Gobierno, pero no la del máximo mandatario de su partido. Esa limitación legal es típica de los sistemas presidencialistas y mientras que el presidente del Gobierno es elegido por los diputados y no directamente por los ciudadanos, el de Ciudadanos lo es de forma presidencialista. Cabe entonces preguntarse por qué, sin tan recomendable es para España, no practican la limitación de mandatos en el seno de su partido. Su dirigente, hasta ahora siempre Rivera, ha evitado escrupulosamente incluirlo en los estatutos y todo parece orientado a su mayor gloria: el puesto que ocupa no tiene restricciones temporales porque aspira a perpetuarse, pero presidir el Gobierno español sí debe limitarse porque eso favorecería que él pudiese llegar a ocuparlo?

Esa sospecha concuerda con el segundo eje de Rivera: entrar en los Gobiernos a partir de 2019. Antes no lo ha querido porque eso hubiese puesto en riesgo sus resultados en las elecciones españolas, pero ahora, que se ve en condiciones de gobernar en España, levanta la restricción, ante el cabreo sordo de sus colegas, que hubiesen preferido, legítimamente, compartir Gobierno con socialistas y populares en las autonomías y los municipios. El sector crítico quiere que, al menos, no tengan que esperar hasta 2019.

Para entender el tercer eje hay que glosar el origen de Ciudadanos. Nació cuando gente como Francesc Carreras y Arcadi Espada se percataron de que, pasado el PSC al nacionalismo y estando ocupado el centro-derecha españolista por el PP, se abría un espacio en Cataluña para un partido españolista de izquierda moderada. Y así nació el Ciudadanos original: españolista y socialdemócrata. Pero quiso el destino que la mayoría de los votantes de Ciudadanos en España no viniesen del PSOE, que era lo previsto, sino del PP. Así creció Ciudadanos en Valencia y en Madrid y así nació la tentación riverista de convertirse al liberalismo y tratar de sustituir al PP. Eso explica por qué sus exigencias a los Gobiernos a los que apoyan son mucho más drásticas en Madrid y en Murcia que en Andalucía: siempre se compite con el más cercano. También explica por qué han relajado su españolismo en Cataluña: pretenden hacerse con los votos de Unió y de Convergencia. Pero ambos giros han despertado el rechazo de muchos afiliados, que siguen considerándose muy antinacionalistas y socialdemócratas, por más que a Rivera, el flexible, piense ahora que tampoco conviene exagerar.

Veremos los resultados en el congreso sobre esos tres debates. Emocionante.