En una semana agitada porque Montoro criticaba a la gran empresa por no pagar más impuestos y el presidente del Círculo de Empresarios, Vega Seoane, decía que «por la inseguridad jurídica los empresarios huyen de Cataluña como de la peste», el presidente de Cepyme, Antonio Garamendi, vicepresidente también de CEOE, puso orden dialéctico en las filas empresariales. De agradecer su sensatez y realismo.

En una entrevista pública, invitado en la escuela de negocios NEXT IBS, en Madrid, Garamendi advirtió de que «si las cosas no siguen por buen camino, corremos el riesgo de frenar esta recuperación de la economía. Cuidado. Si hacemos las cosas bien, será otro año bueno, aunque quizás no tan bueno como el 2016». Era un día con la novedad positiva de la EPA pero con los viejos problemas que azotan al empresariado: la energía cuesta en España un 30% más que en otros países europeos («aquí se hace política con la factura de la luz porque se cargan impuestos que no le corresponden») además de la nueva subida de las cotizaciones sociales, lo que dificulta la creación de empleo.

Garamendi, que no fue presidente de la patronal CEOE por solo 33 votos, a pesar de que Rosell tenía el aparato de la institución a su favor, defiende la imagen moderna de los empresarios en una organización en la que todavía es posible encontrarse en algunos despachos con el fantasma de Ferrer Salat, el hombre que acorraló a Adolfo Suárez.

Declaraciones como las de Vega de Seoane no ayudan a restituir la buena imagen empresarial, como se pretende. Respondió a esas palabras precisando que «la deriva del debate político en Cataluña no tiene sentido; se está haciendo política muy poco responsable. Cataluña es una parte esencial de España, una potencia de juego espectacular y no se merece lo que le está pasando».

En esta semana de incontinencia verbal, ha brillado el ex juez Santiago Vidal al que, desde Esquerra Republicana, le han forzado a renunciar a su acta de senador. Además, arrastra una sentencia que le inhabilita por tres años en los juzgados por redactar el proyecto de Constitución de la futura república catalana.

Vidal ha recorrido Cataluña impartiendo conferencias trufadas de revelaciones escandalosas con la intención, según una fuente próxima, de insuflar ánimo a los independendistas. El problema es que sus confidencias aludían a vulneraciones de la ley y de los derechos de los catalanes desde la mismísima Generalitat con posibles responsabilidades de sus máximos responsables, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. El fiscal general del Estado ha ordenado investigar la veracidad de esas revelaciones que supuestamente vulneraron la ley de protección de datos de las personas y empresas, su fiscalidad y otros aspectos privados. El exjuez admitía en público que «lo que se hacía no era del todo legal, pero justificado por el buen fin de la independencia».

Entretanto, prosigue la trifulca en Podemos, ya bastante subida de tono, protagonizada por Iglesias y Errejón con daños colaterales a Izquierda Unida, o lo que quede de ella después de su coalición, o quién sabe si su dilución, en la formación morada. Y en el PSOE, para que no decaiga, vuelve Pedro Sánchez. Ya están en campaña Sánchez y Patxi López pero falta por oficializar la candidatura de la que se cree ganadora, Susana Díaz. En favor de Susana ya se han pronunciado Rubalcaba y casi todos los históricos del partido. El único problema es que, a petición en su día del candidato Eduardo Madina, que perdió las primarias frente a Sánchez, «un militante vale un voto» y sin los filtros de los delegados, la victoria de Susana, o de quien al final gane, puede ser muy deslucida, transmitiendo una imagen de división del partido. De momento, la campaña va a la inversa: Susana recorre Castilla y Sánchez se presenta en Sevilla con Patxi López de medio volante basculando entre la defensa 'pedrista' y la delantera 'susanista'. Puede resultar interesante, pero no nos engañemos: Patxi López no es Iniesta. Al tiempo.