No sé ni por dónde empezar ni cómo. No tengo ni idea de cómo decirlo, me faltan las palabras, me falta poder mirarte a los ojos, tomarnos algo juntos, tomarte de la mano, ver cómo lo recibes, qué vas sintiendo, si me hago entender, qué tanto te afecta. Me falta todo eso, que tampoco hemos tenido nunca, pero que tanto hemos deseado en algún momento, unas veces tú, luego ambos, después sólo yo, luego tú de nuevo y ahora y, esto es lo que tengo que decirte, yo ya no. Lo siento de verdad. Y me duele que así sea. Se acaba algo que parecía imposible y que, al final, ha resultado ser lo que parecía. Sé que no estás bien, sé que te rondan de nuevo esos dolores que te aquejaban, sé que las cosas están difíciles por allí y sé que aquellos otros problemas, que no cabe mencionar, siguen estando. Cómo me gustaría que todo te fuera diferente, cuánto desearía que la vida fuera justa y te tratara como te corresponde, como mereces. Sabes que es así, sabes que yo, siempre, siempre, te deseo lo mejor, sabes que te adoro. Y sé que tú a mí también. Pero las cosas suceden cuando suceden y yo tengo que decirlas cuando las siento. Y eso es ahora. Eso es ahora.

Hubo un momento, bien lo sabes, en que yo hubiese cruzado un océano por ti. Hubo un tiempo en el que amanecíamos el uno con el otro a pesar del huso horario, aun a miles de kilómetros y, sin embargo, tan cerca. ¿Verdad? Hubiera ido a verte, hubiese invertido un dinero que no tengo, hubiese empleado más horas en ir y volver de las que me podría permitir estar allí contigo, en esa caravana que una vez me mostraste. Incluso miré vuelos, ¿lo recuerdas? Tú me frenaste. Tú no quisiste. No te lo reprocho de ninguna de las maneras. Siempre nos hemos dicho la verdad, siempre nos hemos hablado con una serenas sinceridad, siempre se ha podido decir entre nosotros cualquier cosa, todo, excepto «te quiero» y eso también lo sabes, ¿verdad? ¿Recuerdas cuando fotografiaba cualquier cosa que encontraba para que tú también la vieras? ¿Recuerdas ese banco del parque que era para nosotros? ¿Recuerdas aquellas raíces anchas de aquel árbol bajo el que soñábamos besarnos algún día? Seguro que sí, yo también lo recuerdo. Cierto que nunca nos permitimos un «te quiero». Hay que ver cómo es la vida. Hay ´te quieros´ que mueren incluso antes de nacer, antes de atreverse a ser pronunciados. Nosotros sentíamos algo grande, una conexión especial, un vínculo del que responsabilizábamos a ese hilo rojo del que tú me hablaste por primera vez y que ambos sentíamos tenso, en ocasiones tirando más de un extremo que de otro, pero siempre firme. No sé si habrá una forma buena, correcta o menos dolorosa de decir estas cosas. No sé si la hay, como te digo, pero yo necesito hacerlo ya. Lo necesito y te lo debo. Me parece justo, además tú y yo así lo habíamos acordado: debíamos avisar al otro en caso de que fuera necesario cortarlo, cortar ese hilo.

Probablemente tú todo esto ya lo sabes, eres más listo que yo, me conoces, me vienes notando diferente un tiempo. Ya no te escribo como antes, ahora lo sueles hacer tú primero, no te busco como antes, no soy la misma, soy una que siente distinto, se siente distinta y que, a ti te siente de manera diferente también. ¿Recuerdas cuando no contestabas mis mensajes? ¿Recuerdas tu ausencia? ¿Recuerdas mi alegría a tu vuelta? Me alegré sí y mucho, pero ese intermedio me cambió, algo de mí no sobrevivió a tu silencio. Cerré el corazón.

Y, por estas cosas raras de la vida, te escribo esta carta justo hoy. Hoy que me han hecho un regalo de esos que no te cabe en el pecho, un regalo que no cabe en ningún lugar que yo conozca, un regalo insólito para mí, un regalo de ida y vuelta. Y es que, quizá, no cerré tan bien como creía o simplemente, es imposible hacerlo o, tal vez, hay personas que siempre son el momento adecuado. O tal vez soy yo que estoy soñando. O tal vez me estoy volviendo a equivocar. O tal vez nada es cierto. O tal vez todo lo es. El caso es que, hoy me dijeron «te quiero» y yo también respondí, sin poder evitarlo y muerta de miedo, «te quiero»