La forma en que se dan los debates en Podemos es muy diferente de la que se expresa públicamente.

Carolina Bescansa

De los mitos que se dan en la izquierda hay algunos que son verdad y otros que son mentira. Por ejemplo, es verdad que sus debates identitarios son mucho más complejos y acogen infinidad de matices respecto a la aparente simplicidad con que se desenvuelve la derecha, pues de otra manera aquélla no estaría tan dividida. Pero esto es a veces o casi nunca. Durante años, cuando la izquierda era el PSOE teníamos que soportar la misma matraca: la prensa banaliza el debate interno de los socialistas, tiende a reducir en esquemas lo que es mucho más complicado, genera prototipos inexistentes y traduce públicamente como lucha por el poder lo que en realidad es un debate de ideas. Así, para el PSOE no existían el felipismo ni el guerrismo, como tampoco sus derivados regionales, que multiplicaban en nombres menos brillantes otros ismos; decían que éstas eran construcciones estereotipadas para hacer daño a la organización mientras, en realidad, sus órganos internos atendían a análisis de gran alcance, irreductibles a personalismos. Todo lo que declaraban públicamente sus portavoces y confesaban off the record a los periodistas confirmaba la impresión simplista, pero se suponía que en las reuniones de la ejecutiva y de los comités federales y regionales, vedadas a la opinión pública, se estructuraba la gran política. Hasta que quienes acudían a estas reuniones salían de ellas y transmitían a la prensa el mismo sonsonete que ésta reproducía para reproche posterior de los mismos que lo alentaban. Ahora, que podemos seguir en vivo y en directo el desarrollo de los comités federales del PSOE, ya disponemos de la constancia de que no era como lo imaginábamos, sino peor.

La irrupción de Podemos ha pretendido perpetuar ese mito, pero es imposible que quieran convencernos de que sus debates internos sobre la política del siglo XXI discurren por los alambiques de laboratorios de alta calidad cuando ellos mismos nos notifican por las redes sociales las verdaderas causas del jaleo que los entretiene en las previas a un congreso en que deben recomponer las estructuras de poder. Aparte de lo que producen para Twitter y en los hilos de Telegram y WhastsApp ¿hay algo más? Es muy dudoso, pues estos debates e invectivas, algunas desaforadas, parecen de una espontaneidad y de una capacidad creativa que lo compendia todo. Si este es el resumen del ´debate de ideas´ que se produce dentro, mejor desconocer el fruto de esos supuestos esfuerzos.

Debate y poder

El ´debate de ideas´ ha derivado hacia un debate sobre ´el modelo de organización´, lo que significa que el partido debate sobre sí mismo, es decir, sobre el poder interno. Acabáramos: como hacían y siguen haciendo las organizaciones de la ´vieja política´. Pero en el caso de Podemos todo es mucho más paradójico, si lo vamos entendiendo bien.

Veamos. En el fundacional congreso Vistalegre I se conformó una ´maquinaria de guerra electoral´. Es decir, las ´bases, los ´círculos´ aceptaban conceder un poder extraordinario a los órganos clásicos de dirección porque se suponía que la inminencia de un triunfo electoral exigía un liderazgo férreo que no distrajera esfuerzos de los fundamental. La fórmula consistió en algo muy previsible desde el principio: todo el poder para Pablo Iglesias. Pero ocurre que, si bien el éxito electoral de la marca resultó espectacular, no fue suficiente para ´asaltar los cielos´ por sí sola ni, tras la pérdida de la oportunidad del 20D, es decir, la colaboración con el PSOE, para influir decisivamente en la política del Gobierno del PP, como sí hacen los socialistas, para bien o para mal.

Y aquí es cuando nos asalta la sorpresa. A Iglesias ya no le entusiasma tanto el poder institucional, sino que sugiere combinarlo con las ´movilizaciones ciudadanas´, pero a la vez no quiere renunciar al poder personal adquirido en su día precisamente para alcanzar la representación institucional. Quiere mantener la ´máquina de hierro´, pues es él quien la conduce, pero obviando la razón por la que fue construida.

Visto al vuelo, el debate de Podemos es el mismo que se produjo en los inicios de la Transición en el seno del PSOE: la dialéctica entre la coherencia ideológica y el posibilismo funcional. Pero es curioso que Iglesias, que adquirió sus poderes extraordinarios en la organización con el pretexto del posibilismo electoral sea ahora el jarrón de las esencias frente al ´moderado´ Errejón, quien sin embargo pide el retorno a la estructura de democracia interna inicial, al menos la que se dibujó en la etapa de germinación de esta alternativa, tal vez unos esquemas inoperantes, pero muy alejados del actual estatus del superlíder.

Institución y movilización

Sorprende que una organización que se reclama heredera, o por decirlo en castizo murciano, ´engarruchadora´ del 15M, es decir, de una movilización general contra el conjunto de la clase política en el contexto de una crisis en que cayó el velo que cubría a ésta, insista en la ´movilización´ pública, a pesar de que Podemos ha computado 71 diputados en el Congreso precisamente para trasladar a estos representantes las demandas de aquellas movilizaciones. Toda movilización es, o debiera ser, un acontecimiento extraordinario en cualquier contexto, sobre todo si los políticos, como proclamaban las consignas del 15M, «no nos representan». Pero se supone que Podemos, en su actual versión Unidos Podemos, tiene el encargo de promover desde las instituciones esa representatividad de su electorado. El ciudadano corriente no aspira a que los políticos lo inciten a movilizarse de continuo, pues eso supondría que el conjunto de la clase política no atiende a sus problemas o, en otro orden de cosas, reflejaría una inmadurez política difícilmente curable. Si Podemos está en las instituciones representativas es para trabajar por delegación de esos ciudadanos que en su día se movilizaron y que después otorgaron la confianza a ese partido. Nadie quiere estar todos los días en la calle con la pancarta. Éste es un ejercicio muy sano, pero de práctica ocasional, cuando no hay otro remedio. Podemos está en las instituciones precisamente para remediarlo, y si sigue convocando a la protesta es porque hace mal su trabajo, le aburre o su personal no está preparado ni dispuesto para hacer otra cosa, como sugería hace unos días en estas páginas el catedrático José Luis Villacañas. Aparte de que las manifestaciones y movilizaciones las carga el diablo: en IU, que ahora apellida a Podemos. tal vez puedan recordar que el 15M fue excluida de las concentraciones en las plazas por su ´complicidad institucional´ con la ´vieja política´, algo que podría acabar ocurriendo a Podemos en su conjunto si no consigue distinguirse como un agente parlamentario capaz de trabajar en serio por la consecución o visualización de sus encargos electorales. En la calle hace frío y no hay que confundirla con el confortable sofá de Twitter.

Paradojas

En Podemos concurren otros muchos elementos para la perplejidad que indican que no todo resulta en ese ámbito tan sencillo como parece. Véase que los denominados Anticapitalistas, que políticamente debieran ser afines a Iglesias, coinciden en la práctica con Errejón en lo que se refiere al modelo de organización. Hasta tal punto de que podrían ser decisivos en Vistalegre II tan sólo por eso incluso estando en las antípodas del cliché con que se dibuja al número dos de Podemos.

Pero hay más. Se supone que Errejón es refractario a la convergencia con IU, y este es uno de los elementos más conflictivos, aunque no suela enunciarse de manera literal, tal vez por alguna especie de pudor. Sin embargo, el proceso hasta Vistalegre II hace coincidir, en la práctica y sin aparente pretensión, a Errejón y Garzón, pues éste parece abogar por una disolución lenta y sinuosa de IU en el interior de Podemos. Si IU pierde su identidad y se integra en Podemos al modo como las aspirinas se disuelven en un vaso de agua, uno y otro, Errejón y Garzón habrían concluido una alianza sin significantes en contra de lo que promueve Iglesias.

Podemos Murcia

En Murcia, la dirección de Podemos ha optado por anunciar que su contribución a Vistalegre II será preferentemente programática, y relaciona una serie de epígrafes entre los que se encuentra el más característicos de todos: agua. Es una opción por el posibilismo, es decir, por la función institucional frente a cualquier otra tentación. No se identifican como errejonistas, aunque esté claro que es el lugar de la actual mayoría podemita en la Región, aparte de que la semana pasada lo recibieran para que protagonizara un acto público en la capital. Pero el énfasis en lo programático es una señal implícita para intervenir en el debate y decantarse por lo funcional antes que por las altas definiciones ideológicas.

El esquema Unidos Podemos, que conforma la marca nacional en esta fase, en Murcia carece de propiedad. La convergencia con IU es posterior a las elecciones autonómicas y municipales en que Podemos se institucionalizó tanto en la Asamblea como en la mayoría de los principales Ayuntamientos de la Región. Entre los dirigentes de Podemos y los de IU no hay química, sino competencia feroz, como en el municipio de Murcia (otra cosa es lo que ocurre en algunos ámbitos de las respectivas militancias), pero el caso es que esto no ayuda a que Podemos Murcia se decante por Iglesias, en su día el líder más refractario a Garzón y ahora el que le presta una acogida más entusiasta.

Carolina Bescansa intenta aleccionarnos de que las cosas no son como las vemos sino que hay algo más. Pero a la vez, todo está en Twitter, y más allá de lo que allí se cuenta no hay algo de importancia, pues es lo que ve la gente.