El País Vasco ha sido pionero en muchos casos, como en establecer leyes avanzadas con respecto a las del resto del Estado. Eso hay que reconocerlo, aunque arrastren la lacra del oscurantismo abertzale. Una cosa no quita la otra. Pero que su aventajado régimen foral (a pesar de ser un agravio comparativo para el resto de España) lo sitúe a distancia-luz en nivel de vida y prestaciones sociales, no quiere tampoco decir que no se concedan a sí mismos normas legales avanzadas con respecto a su entorno. Y, sin embargo, también se da el caso de ello.

Y una de las últimas ha sido la ley que permite apartar a los hijos del testamento. Mientras que en el resto del país se garantiza una parte del legado a los descendientes, allí, no es que se pueda desheredar a los hijos, es que no existe obligación de hereditarlos, que no es lo mismo. Esto, que parece un sinsentido, un despropósito, un contranatura, máxime en una sociedad nuclear como es la vasca, nos sorprende con una explosión de libertad y liberalidad, y resulta que las notarías empiezan a recibir miles de peticiones de modificación de testamentos, y que en las asesorías aumenten un 25% las solicitudes de información y de gestión en tal sentido? Algo que parecía impensable ha resultado ser perfectamente posible. El distanciamiento entre miembros de la familia, el aumento de las adicciones, la mayor capacidad de autonomía, el alejamiento de afectos, querencias y vivencias, el extrañamiento en el actual seno de la sociedad lo ha hecho posible, a pesar de que la norma ya limitaba la responsabilidad del sucesor ante deudas adquiridas.

Se podría incluso argüir la ética, o la moral, pero ¿qué clase de ética o qué tipo de moral? De hecho, a ningún padre se le obliga a no dejar nada a sus hijos. Como si se lo deja todo. Tan solo que no está obligado a dejárselo. Eso es todo. Cada cual puede hacer lo que estime conveniente. Existen padres que se portan mal con los hijos, al igual que existen hijos que se portan mal con sus padres. Que no los cuidan, o que se acuerdan de ellos solo cuando tienen algo que sacarles, o que los sangran bajo amenazas, o que parasitan de ellos hasta el final, o que malgastan el patrimonio familiar? Todo eso existe. Como también existe el hijo que ni lucha ni se prepara para mantener la herencia familiar, sino que solo espera el momento para medrar de ella. Como igual existe todo lo contrario. ¿O no?

Así allí ningún nadie podrá sentirse seguro de nada. Y tendrá que esforzarse por merecerlo. Nuestra sociedad ha creado generaciones de personajes que exigen sus derechos y aparcan sus obligaciones. Generaciones que se creen a sí mismas acreedoras de todos los privilegios y ventajas sin asumir ninguna responsabilidad en ello. Bien, pues Euskadi ha dado el primer paso en el camino de regreso, con una ley sobre la meritoriedad de la herencia a juicio del que lega, y no el derecho legal a la misma por parte del que hereda. Me parece estupendo. Enhorabuena.

Los demás podrán verlo bien o verlo mal. Podremos creer esto o aquello, pero a lo peor nos equivocamos, porque no se puede mirar el mundo con los ojos de un pasado que ya no existe, si es que alguna vez llegó a ser como creímos que fue. Pero (tómelo como cada cual quiera) los notarios vascos avisan de que, desde que entró en vigor tal legislación, están recibiendo numerosas llamadas de ciudadanos de otras Comunidades autónomas preguntando si empadronándose allí pueden acogerse a tal ley. De hecho, regiones como Aragón, La Rioja, Cantabria o Castilla-León, están interesadas en el desarrollo de tal normativa y han solicitado la información pertinente al Gobierno vasco.

Luego pasa lo que en Comunidades periféricas de la galaxia patria, como Murcia, donde, por mal (peor) ejemplo, son los hijos los que han de renunciar a la herencia de sus padres por no poder pagar el abusivo impuesto de sucesiones. Es la otra cara de la moneda. Es la insensibilidad de una Administración de topos en su topera, que graba las transmisiones a nivel de latrocinio. Allí, nadie obliga a nada, y si se aviene, el gravamen es el más leve de España. Aquí, se obliga a todo, y el gravamen es el más pesado de España. Imposible heredar por falta de disponibilidades. Patético.

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