La fortuna llega en algunos barcos que no son guiados pero generalmente se sabe de dónde proviene. Luis Bárcenas quiere hacernos creer, sin embargo, que la que le sonrió carece de origen: era dinero caído del cielo como en aquella comedia musical que filmó Herbert Ross. El dinero vale por veinte oradores y el extesorero del Partido Popular no se ha dignado, en su declaración como acusado del ´caso Gürtel´, a aclarar convenientemente el enriquecimiento que le llevó a manejar un ´fondo de pensiones´ particular de más de 40 millones de euros en cuentas en Suiza.

No es la primera vez que pretende disfrazar la procedencia de sus ganancias como resultado de los pingües negocios de arte y de las atinadas inversiones bursátiles. Probablemente nadie lo saque de esa argumentación y tampoco pueda defenderse de otra manera, pero por el mismo motivo jamás resultará creíble lo que dice.

Es un gran cínico cabalgando sobre una gran mentira, que como todas las mentiras tiene las patas cortas. Pero si la fabulación de Bárcenas sobre su fortuna resulta dudosa, las alusiones a la contabilidad ´extra contable´ del Partido Popular, a falta de otros detalles, es para partirse la caja.

Resulta que las entregas de dinero en Génova 13 no tenían contrapartidas, es decir, eran simples dádivas de empresarios generosos y altruistas que no pretendían por ello recibir nada a cambio, ni adjudicaciones públicas ni favores, de quienes detentaban el poder político en la Administración española. Extraordinario, ¿no les parece?